viernes, 14 de noviembre de 2008

Guerras y atrocidades en nombre de Dios

Quien niegue que muchos conflictos y desmanes se han generado y se dan por factores religiosos, peca de ingenuo o desconoce la historia de la Iglesia del Señor Jesús y de otros grupos religiosos. Verdad es que perseguir o asesinar a reformadores como Savonarola, Wycliffe, Huss, Lutero, Tyndale..., las Cruzadas, la Inquisición, el juicio de brujas de Salem y hostigar a científicos naturalistas o poner trabas a nuevas investigaciones que no atentan contra la ética ni enseñanzas bíblicas bien interpretadas han sido (y son) páginas negras escritas por el fanatismo religioso. También es cierto que existen sectas y religiones institucionalizadas que alienan el pensamiento de sus miembros; falsos guías espirituales que violan a los niños; líderes religiosos inescrupulosos que tuercen el Evangelio para su conveniencia y enriquecimiento ilícito; sicópatas religiosos que provocan envenenamiento y muerte colectiva de decenas de personas; que los enfrentamientos armados de grupos religiosos son una vergüenza para el Cuerpo de cristianos (Iglesia), y el testimonio de no pocos cristianos es piedra de tropiezo para muchos y causa de vituperio al Nombre de Jesús. Sin embargo, de ahí a expresar tajantemente que todos o casi todos los enfrentamientos, muertes y abusos los han provocado grupos genuinamente cristianos hay gran trecho. Tampoco todos los cristianos somos hipócritas, aunque por un tiempo le hayamos fallado a Jesús.
Bastantes luchas armadas religiosas y ocupaciones territoriales acaecidas en el pasado y que se producen hoy no son protagonizadas por cristianos nacidos de nuevo, sino por creyentes nominales y fanáticos religiosos de otros sectores. Y la mayor parte de guerras civiles, dos guerras mundiales, enfrentamientos y levantamientos armados que siegan la vida de niños y gente inocente han sido causados por la avaricia y mal corazón humano y por extremistas religiosos ajenos al cristianismo neotestamentario.
Quien vea solo revueltas y desmanes en la cristiandad y pase por alto sus valiosas contribuciones en la abolición de la esclavitud, a las ciencias naturales modernas, filosofía, benevolencia y caridad, normas de justicia más elevados, respeto por la vida humana, derechos humanos, a la alfabetización; la creación de universidades de renombre mundial, bibliotecas, hospitales especializados, clínicas de fama mundial, orfanatos, asilos; el robustecimiento de valores morales, principios, éticas, ideal democrático, fe, esperanza, y reconocimiento de la mujer logrados a lo largo de más de dos mil años, ve solo lo que sus criterios y emociones cargados le permiten.
En La ética protestante y el espíritu del capitalismo, el sociólogo alemán Max Weber admite el papel facilitador de los medios protestantes al desarrollo científico, e intenta hallar una relación causal de la ética protestante en la ética económica, tratando de demostrar la influencia de la religión protestante en la economía. Dicho sea de paso, ¿te has fijado cuáles son los países más desarrollados de Occidente? ¿En qué fundamentos se consolidaron sus bases? ¡Los más ricos y desarrollados fueron fundados sobre la Biblia y la ética cristiana bíblica! Sus leyes y constituciones políticas se afincaron esencialmente en la Biblia. Por tanto, creer que la Biblia atenta contra las leyes y constituciones es estar mal informado. Las generaciones modernas y contemporáneas han estado cosechando los frutos de las buenas siembras de sus antepasados creyentes en un Dios único y un resucitado Cristo histórico que transforma al ser humano. Y cuando el hombre ha presumido saber más que Dios, haciendo leyes contrarias a la savia bíblica, los resultados han sido más que alarmantes. Negarlo es querer tapar el Sol con un dedo. ¿Será que los criticastros del Evangelio conocen esos hechos históricos? Los críticos del cristianismo y de la Biblia suelen tomar algunas de sus manifestaciones históricas como su verdad esencial; toman la apariencia como la esencia. Interpretan casos particulares como un todo. Y se hacen de la vista gorda cuando no les conviene ver.
Al considerar por primera vez los pasajes violentos de la Biblia, me preguntaba por qué Dios actuaba así. Al excavar y descubrir en Gezer las bestialidades de las prácticas cananeas con los bebés recién nacidos ofrecidos a Baal; los niños sacrificados para enterrarlos entre las paredes de cada casa que construían para la buena suerte y los actos inmorales y barbaries en ritos y adoración a Baal y Astoret, R. A. S. Macalister y otros arqueólogos se preguntaron porqué Dios no los había destruido antes. ¿Se equivoca Dios? ¿Es infanticida y misógino? ¿Es cruel o inhumano el Creador al mandar desarraigar el pecado? ¿Será que los críticos saben lo que sucedía en tierra de los cananeos y en Sodoma y Gomorra? ¿Quién se cree el ser humano que es al pretender sentar a Dios en el banquillo de los acusados? ¡Grande es la soberbia de quien lo aspire! Desde luego, ya Dios no actúa como en el pasado y enseña que el pecado se corrige con misericordia y verdad, y con el temor de Dios los hombres se apartan del mal.
Por otro lado, atribuir a Jesús o a la Biblia las barbaries de extremistas religiosos y de cristianos que en un momento perdieron la brújula del amor y la misericordia es igual que achacarles a Nietzsche, Marx y a las ciencias naturales las bestialidades cometidas por los nazis, los sistemas criminales ateos que una vez distorsionaron sus palabras, sacándolas del contexto, y las armas de destrucción masiva que desde la partición del átomo nos tienen en vilo. No obstante, los escritos u obras provocadores que llaman a la acción tienen consecuencias negativas, de ahí que los principios que vertebran el pensamiento de Nietzsche y Marx hayan servido para justificar las atrocidades cometidas en regímenes nazis y comunistas, teniendo en cuenta además que el pensamiento de Nietzsche y Marx estaban cargados de creencias evolutivas que propugnan la mera animalidad del ser humano. Por tanto, según muchos creyentes de la teoría darvinista matar a un ser humano es matar a un simple animal.
A los que malinterpretan la Biblia para según ellos demostrar que Dios es inhumano, Gabriel García Márquez en la primera parte de sus memorias, Vivir para contarla, escribe: ‘“Hasta la Biblia subrayada en esa forma maliciosa podría expresar lo contrario de su auténtico sentido’”.

El intrincado punto medio de la razón

Por factores sicológicos y oscuros intereses el ser humano promedio tiende ser extremista o polarizarse. Propenso a fijaciones con los extremos. Ello se da sin darse cuenta porque está condicionado a reaccionar de una manera o de otra frente a un estímulo endógeno o exógeno. El condicionamiento puede ser interno o externo; en todo caso, la programación induce a reaccionar no como amerita la ocasión o como la conciencia superior (espíritu para los cristianos; Adulto emancipado, según los bernianos o transaccionalistas) indica, sino conforme al lineamiento trazado del reflejo (respuesta; reacción) predispuesto.
Casi sin importar el tema o la situación dada, la persona está predispuesta a extremarse. Unas circunstancias más que otras se prestan para ello. Mas, en general, la parcialidad y subjetividad bordean e invaden todos los ámbitos profesionales; solo que quien escribe o enseña publica su emancipación o esclavitud de los condicionamientos, que se traducen en prejuicios. No es menester ir lejos para darnos cuenta de que una fuerza real y descomunal impele a algunos a parcializarse y ser “expertos” en cuestiones que apenas conocen o solo han leído someramente. Para descubrir una posible programación en uno es imprescindible autoconocimiento y humildad para ver, reconocer y aceptar un juicio anticipado. Un hablar o escribir con ideas preconcebidas. Una revoltura de emociones y sentimientos que impide ver la totalidad de las cosas en lugar de ver solo un seña. Un árbol en vez del bosque.
A diario notamos cómo medios, periodistas, comunicadores y otros profesionales de la pluma o el verbo o simples lectores se parcializan al opinar sobre cualesquiera de los temas en boga. Sabido es que casi la totalidad de prejuicios que arrastramos nos fueron transmitidos por nuestros padres o surgieron de la relación con ellos. Otras creencias preconcebidas se originaron o han sido reforzadas en la transacción que tenemos a diario con el prójimo o autores que leemos (dime en cuáles lecturas te deleitas y te diré cómo piensas y actúas). Mas ello en lo absoluto nos exime de responsabilizarnos hoy de actitudes y creencias filosóficas añejas y monotemáticas, y de argumentos en círculo. Embalado todo en resentimientos de vieja data. No caigamos en la trampa freudiana de que “mamá es culpable” para no avanzar y continuar con los mismos paradigmas y argumentos arcaicos y frutos de vida que persisten en sabores agridulces.
Por otro lado, en el afán de romper con fanatismos o injusticias muchos se polarizan y adhieren al extremo contrario. Intentando superar errores, cometen otro peor al pretender corregirlos con otro error. “Errores no corrigen otros”, dice la canción. La Historia registra movimientos políticos y corrientes moralistas, filosóficas, cientificistas y religiosas forjados al calor de la confrontación con el objeto de corregir un desmán; pero, al polarizarse, han ocasionado más daño que el yerro original.
Con sano sentido común (hay un sentido común enfermo y por tanto disfuncional), sin prejuicios y libre de apasionamiento puedes captar que la búsqueda del aristotélico “justo medio” resulta infructuosa en gentes resentidas, parcializadas, prejuiciosas y polarizadas contra valores y principios religiosos universales, objetivos y funcionales. Para ellos no existen puntos medios ni hay cabida para el equilibrio en temas religiosos, pues la religión es “raíz de todo mal”, incurriendo en el mismo fundamentalismo y dogmatismo de quienes censuran.
Como señalo en Guerras y atrocidades en nombre de Dios, es innegable que muchos errores y horrores se cometieron desde casi los inicios de la Iglesia primitiva, pero ello no expide licencia para parcializarnos, enceguecernos y desenvainar la espada de medias verdades y blandirla con rancios resentimientos generalizadores como que la religión es la génesis de los males sociales, que la Biblia está obsoleta y la fe en Cristo es dañina porque “los cristianos son farsantes e inmorales pues dicen y no hacen”. Quien generaliza se equivoca. El que hace el chocolate y lo bebe es quien de veras sabe si vale la pena consumirlo. Los que miran de lejos y no se involucran jamás podrán saber con propiedad lo que presumen conocer. Me refiero a aquellos que critican a las iglesias cristianas, pero jamás han pisado una o si lo hicieron nunca se comprometieron con ella. Mucho menos tuvieron un encuentro con el resucitado Cristo histórico.
Sabido es que generalizar es equivocarse, pero muchos lo hacen y meten supercherías y fe bíblica en el mismo saco. Los sofismas pasan por alto elementos tan sencillos como estos. Verdad es que hay gente fanática religiosa y otros que se enriquecen ilícitamente utilizando la fe, y que el fundamentalismo desequilibrado es perversidad (en otra ocasión veremos que toda verdad para ser verdad debe ser dogmática y fundamentalista sin ser irracional), mas adultera los hechos quien manifiesta que el que no es fanático es vividor, que la Biblia está rezagada porque fue escrita hace tres mil años, y que la religión es “raíz de todo mal”.
Antes y después de Bertrand Russell y otros enemigos del cristianismo bíblico, es raro el escéptico, agnóstico o ateo que haya leído y estudiado la Biblia con seriedad y sin supuestos y resentimientos; sin embargo, no cuenta hasta diez para afirmar y escribir tontadas sobre la Biblia y el Evangelio, tal como lo hiciera el filósofo inglés. Muy pocos son los que tienen la honestidad intelectual suficiente para reconocer que el campo teológico y la historia antigua bíblica no son sus fuertes y por tanto se abstienen de opinar. Los enemigos del Evangelio y de Dios creen que Dios es el producto de un conflicto neurótico de los pueblos. Mi incapacidad craneal para entender a Dios no invalida su realidad. Si el Creador tuviese principio y fin no fuese Dios, sino un ídolo. Uno más en la larga lista de dioses míticos. Dios no solo existe sin la experiencia humana, sino que incluso existe confirmado por la experiencia humana.
Algunos toman algunas cuatro medias verdades para escribir en círculo sobre un Jesús y un cristianismo que a penas conocen de oídas, o por los paradigmas transmitidos por un “admirable” y “respetable” personaje de ayer o de hoy. Y su resentimiento, sinrazón y soberbia les impiden ver la verdad de lo que niegan o rechazan a priori. Jamás el resentimiento y la amargura han sido buenos consejeros. Es prácticamente imposible ser objetivo e imparcial donde están involucrados intereses y emociones. De ahí que se sugiera contar hasta diez antes de reaccionar.
En mis tiempos de escudriñamiento y análisis de cualesquiera de los filósofos y científicos naturalistas del pasado y del presente, no he hallado una sola opinión seria basada en evidencias genuinamente científicas que refuten y demuestren sin lugar a dudas que la Biblia esté equivocada o que sus preceptos sean inoperantes hoy. Los pareceres hallados han estado fundados en resentimientos, cientificismo, fanatismo racionalista, prejuicios antirreligiosos y presuposiciones filosóficas; ecos no pocas veces de seres de vidas atormentadas, amargadas, vacías y disolutas. Muéstrame un escéptico, agnóstico o ateo de ayer o de hoy que haya demostrado con evidencias irrefutables que la Biblia y la fe en el Cristo resucitado no tienen validez en el siglo XXI, y yo dejaré de escribir y de hablar del Dios interesado en ti y del Jesucristo histórico que transforma al ser humano en este nuevo milenio. ¡No hay ni uno solo!
Aldous L. Huxley, ateo aclamado como un gran intelectual, admitió sus prejuicios cuando dijo: “Yo tenía motivos para no desear que el mundo tuviera un significado; en consecuencia, supuse que no lo tenía, y pude hallar sin dificultad razones satisfactorias para esta suposición. El filósofo que no halla significado en el mundo no está preocupado simplemente por un problema de la metafísica pura [para el incrédulo autoproclamado sabio, solo eso es el Evangelio], sino que es también su preocupación probar que no existe razón valedera por la cual él no debiera hacer como desea hacer, o por la cual sus amigos no debieran apoderarse del poder político y gobernar de la manera que a ellos les parece más ventajoso [...] En lo que a mí concierne, la filosofía de la falta de significado fue esencialmente un instrumento de liberación sexual y política”. (El fin y los medios, 1937) (Las negritas son añadidas)
Como el autor de Un mundo feliz (1932), muchos no tienen dudas honestas en cuanto a Jesús y la Biblia, sino que utilizan sus presuposiciones y prejuicios antirreligiosos como excusa para su liberal manera de vivir, que es el camino ancho y espacioso del que habla Jesús.
Esperar que un resentido acepte estar resentido es esperar un milagro. Creo en los milagros. Pero que un resentido y amargado acepte estar resentido o prejuiciado contra Dios y la Biblia es esperar demasiado, pues su ego está tan inflado que los reales y serios argumentos bíblicos son un agravio a su inteligencia; dado que, según él, en “las sociedades civilizadas [entiéndase Estados Unidos, Canadá, Europa] han superado, desde hace muchas décadas, este tipo de burlas al intelecto y libre pensamiento”. Otros ponen su escepticismo tan elevado que ninguna prueba -por fehaciente que sea- llena sus expectativas “racionales” y “científicas”. Esto es, sus estándares de prueba son tan elevados (solo en cuestiones religiosas, claro está) que ninguna evidencia es suficiente. No creen por falta de pruebas, sino que no creen a pesar de las pruebas.
El resentido y prejuicioso intentará por todos los medios manipular emociones haciéndose la víctima de argumentos sesudos y respetuosos; contraatacando con ofensas e insultos o dándole la espalda al que no piensa igual que él. Confunde las ideas, opiniones o creencias con las personas.
¿Has notado cuán impregnado de odio, relativismo y pesimismo está el pensamiento de muchos filósofos y ”científicos” del pasado y del presente? ¿Por qué crees que ocurre? Detrás de muchas filosofías y teorías “científicas” suele haber un ser con insondables vacíos existenciales, intensos miedos y un profundo sinsentido que toca ocultar a como de lugar a fin de vender la idea de erudición, autonomía y seguridad y de que todo en su interior está bien; “libre de conflictos o traumas”. En realidad, casi siempre hay es un Niño interior muerto de miedo; miedo que revierte en rabia contra sí mismo, sus progenitores, la vida y contra Dios. “Dios está muerto”, creía Nietzsche. En pocas palabras, no se ama a sí mismo ni ama a nadie.
Para entender a fondo el pensamiento de estos filósofos y sabiondos toca echar un vistazo a sus primeros años de vida y adultez. Solo así podremos aprehender la razón de su posición filosófica y seudocientífica, antes no. Desprenderle de su ambiente infantil y adolescencia y de su contemporaneidad es desvirtuar la potencialidad de su cosmovisión. Si deseas comprender la arremetida de Freud contra los que llamó tabúes sexuales y el desarrollo de su teoría de la voluntad del placer, debemos trasladarnos al contexto histórico en que vivió el padre del mítico sicoanálisis. Si lo obviamos, escapará de nosotros el quid de su pensamiento sicológico estudiado.
“Yo soy yo y mis circunstancias”, expresó Ortega y Gasset. Esto es, el hombre - contrario a lo que creían Freud y Watson- es mucho más que su pasado y ambiente. Solo yo decido ser quien soy, escribió Robert Schuller. Por consiguiente, solo tú eres el resultado de ti mismo, señaló Neruda.

La Biblia lo reveló antes que las ciencias naturales lo descubrieran

Existen cuantiosas revelaciones bíblicas que las ciencias naturales descubrieron innumerables siglos después de la proclamación de la Biblia. (Hasta el Sol de hoy, ningún descubrimiento naturalista ha rebatido la Biblia. Quien diga lo contrario debe actualizarse o miente deliberadamente) No niego que el fanatismo religioso, contrario al genuino espíritu bíblico, muchas veces ignoraba las revelaciones bíblicas, malinterpretaba las sagradas Escrituras y en otras oportunidades condenó a los que con sus descubrimientos corroboraban lo que ya el Libro de Dios revelaba, como fuera el bochornoso caso de Galileo.
Veamos algunas revelaciones confirmadas por los descubrimientos posteriores. Como muestra unos cuantos botones:

1) A pesar de su antigüedad, los Diez Mandamientos contienen tremendos secretos médicos desconocidos hasta el descubrimiento de los gérmenes a finales del siglo XIX. La cuarentena utilizada hoy para evitar la propagación de enfermedades infecto-contagiosas era usada desde los tiempos de Moisés. A principios del siglo XX, el médico Hiram N. Wineberg se percató de que las judías relativamente eran libres del cáncer uterino. Basados en esos informes, Ira I. Kaplan y otros colegas descubrieron que era gracias a la práctica milenaria de los judíos de circuncidarse. Hoy en el siglo XXI nos informan ciertos estudios que el circunciso es menos propenso a contraer sida. Lo más asombroso de la circuncisión es que el octavo día en el cual mandó Dios que se circuncidara al recién nacido es el día perfecto para realizar la circuncisión gracias a la vitamina K y los altos niveles de protrombina, que ayuda a coagular la sangre y evita así cualquier hemorragia seria en el bebé. (¿Será que los filósofos que abogan por reescribir los Diez Mandamientos ignoran estos hechos? Una de dos: los ignoran o los desdeñan deliberadamente, olvidando que la fiebre no está en la manta. Filósofos, el problema está en la naturaleza humana, no en los Diez Mandamientos)
2) Las medidas higiénicas y sanitarias fueron implementadas en el mundo moderno por Ignaz Semmelweis a finales de la década del cuarenta del siglo XIX. Sin embargo, no fue sino en 1865 que esta práctica fue instituida de manera oficial en el mundo de la medicina por el inglés Joseph Lister. Muchos siglos después de los mandatos de Dios a Moisés sobre la higiene y purificación para evitar enfermedades y muertes. “Tendrás también entre tus armas una estaca; y cuando te sientes a evacuar allí fuera, cavarás con ella, y luego al volverte cubrirás tu excremento”. (Deuteronomio 23: 13; ver también Números 19) (Es lamentable y vergonzoso que la Organización Mundial de la Salud tenga que jalar las orejas a los profesionales de la salud del siglo XXI para que se laven las manos. Yo he visto a algunos coger con las manos sin lavar sus alimentos y los de otras personas) ¿Qué dirán ahora los criticastros que creen que los Diez Mandamientos y otras leyes mosaicas están obsoletos y toca actualizarlos? Hablan sin saber de lo que hablan. Hay que prestar atención si lo que lees u oyes lo comunica un científico teológico luego de escudriñar las sagradas Escrituras y las evidencias cuantificables de las que hemos hablado, y si tal personaje es libre de presuposiciones de contenido sustantivo (presupone que ya existe un cuerpo de verdad). Si lo dice o escribe un filósofo con humos de científico, no te molestes en leerlo u oírle, pues lo más seguro es que no sepa de lo que habla o escribe. Y terminarás enojado por hacerte perder el tiempo y por ver u oír tanta necedad junta dicha por un solo ser.
3) Levítico 17: 11 revela que Dios le dijo a Moisés: “la vida de la carne en la sangre está”. Si la sangre está viva es porque tiene movilidad; se mueve, circula. El primero en comprobar la circulación de la sangre fue Miguel Servet (1511-1553), pero no se le prestó atención en 1553 por haber sido publicada en un libro religioso llamado Christianismi Restitutio, y porque casi todas sus copias fueron quemadas por fanáticos religiosos que no compartían ciertas creencias del científico español. El descubrimiento de Servet fue reafirmado por el inglés William Harvey en el siglo XVII. Desde sus inicios, la circulación de la sangre se relacionó con el temperamento, pues de ahí surgió la teoría de los cuatro tipos temperamentales: sanguíneo, melancólico, colérico, flemático.
4) En 1643, Torricelli, discípulo de Galileo, inventó el barómetro; y al experimentar con él descubrió el peso del viento y la presión atmosférica, echando por tierra la falsa creencia de que el viento no tiene peso. Al respecto, habló Job allá en Job 28: 25, cuando señaló: “Al dar [Dios] su peso al viento, y poner a las aguas su medida”. ¿Qué te parece?
5) Isaías, el profeta evangelista, reveló la redondez de la Tierra al expresar: “¿No has aprendido cómo se fundó la Tierra? Dios está sentado sobre el círculo de la Tierra”. (Isaías 40: 22) ¿De dónde salió el círculo o de qué círculo habla el profeta si la Tierra no fuera redonda? De nuevo la Biblia, el Libro de Dios para nosotros, lo revela mucho antes de que la ciencia natural lo descubriera. Quien asegure que la Biblia enseña que la Tierra es plana debería leer a Isaías. Pero, como ha dicho alguien a modo de chiste: “Si la Tierra es redonda, ¿por qué la llamamos planeta (gr. πλανήτης = errante)? Debería ser llamada ‘redondeta’”. Curiosidades del idioma nuestro, Sancho.
6) A decir verdad, lo que más me asombra de las revelaciones bíblicas confirmadas por las ciencias naturales es la de las horas que faltaban a nuestras veinticuatro horas. Como sabemos, Josué, sucesor de Moisés, pidió que el Sol y la Luna se detuvieran, y así “sucedió”. “Sol, detente en Gabaón; y tú, Luna, en el valle de Ajalón. Y el Sol se detuvo y se paró, hasta que el pueblo [Israel] derrotara a sus enemigos. Y el Sol se paró en medio del cielo, y no se apresuró a ponerse casi un día entero. Y no hubo día como aquel, ni antes ni después de él, habiendo atendido Dios a la voz de un hombre; porque Dios peleaba por Israel”. (Josué 10: 12b-14)
Vemos que Dios atiende la petición de su siervo Josué y hace “detener” el Sol y la Luna. Es interesante la pregunta que hace el pastor panameño Edwin Álvarez: ¿qué detuvo Dios: el Sol, la Luna, la Tierra o todos los planetas donde estamos situados? Creo que Dios detuvo lo que señala la Biblia: “Al Sol y la Luna”. Y otras cosas que la Biblia no menciona. Alguien dirá que Josué se equivocó porque la Tierra gira alrededor del Sol y la Luna, alrededor de la Tierra. Para empezar, el texto no afirma categóricamente que Josué creía que el Sol y la Luna giraban alrededor de la Tierra, aunque -en honor a la verdad- lo insinúa. Josué pide que el Sol y la Luna se detengan. Cierto es que giramos alrededor del Sol. Pero, ¿acaso el Sol y nosotros no giramos alrededor de otros sistemas? Puede que sí. (A la fecha, aún estamos descubriendo “nuevos” planetas y hemos detectado un planeta “habitable” fuera del sistema solar) Hoy sabemos que el Sol gira y que el núcleo solar gira entre tres y cinco veces más rápido que el resto del Astro. Josué pudo haberse equivocado pensando que el Sol giraba alrededor de la Tierra; Job también creía que Dios le había arrebatado lo que tenía incluidos los hijos. Pero que la Biblia registre las creencias equivocadas de los personajes bíblicos no significa que la Biblia esté errada o afirme lo que expresan los protagonistas del pasaje tratado. Solo demuestra que no oculta fallas y creencias disparatadas del ser humano. Nótese que la Biblia tampoco oculta las faltas y pecados de los hombres y mujeres de Dios, tal como suelen hacer los biógrafos seculares. Es raro hallar a alguien que al escribir su biografía revele su lado oscuro.
Ahora bien, el sistema Solar es solo uno de otros sistemas planetarios existentes. Aun cuando el Sol es el astro rey del nuestro, ello no significa que sea estático. Si la Biblia dice que “el Sol y la Luna” se detuvieron, lo creo.
Durantes siglos, los “expertos” y “eruditos” han hecho mofa y puesto en tela de duda muchas revelaciones y afirmaciones bíblicas, pero después las ciencias naturales han descubierto que la Biblia y la ciencia teológica cristiana tenían razón, como escribiera el laico católico alemán Wermer Keller y lo han confirmado cosmólogos, astrónomos, astrofísicos, bioquímicos, biólogos, físicos y otros científicos naturalistas cristianos e inconversos. Y han tenido que callar, que no es el caso de Keller.
Si hay un libro del cual los críticos se han burlado, es el de Jonás. No pocos incrédulos y líderes religiosos tradicionales lo han catalogado de “no histórico”, de novela y poema, y lo han comparado con la parábola del Buen Samaritano, ignorando por lo menos cuatro elementos: (1) La mejor credencial para la historicidad del libro de Jonás es la referencia que hace Jesús de él al comparar el tiempo que estuvo Jonás en el gran pez (hebreo dag) con Su muerte y resurrección. (2) Existen tres especies conocidas de ballenas y tiburones capaces de tragarse a un hombre entero. En 1891, el pescador inglés James Bartley fue tragado por una ballena de esperma y sobrevivió un día y medio en el vientre del cetáceo, pues la anatomía de estos mamíferos provee suficiente oxígeno que posibilita la supervivencia. Desde luego, como en los tiempos de Jonás, hay quienes como Edward B. Davis (1991), dudan del carácter histórico de James Bartley. Pero dos científicos, entre ellos, M. de Parville comprobaron el testimonio de Bartley. (3) Ninguna alegoría o parábola en el Antiguo Testamento tiene de héroe una persona histórica. (4) ¿Cómo conciliar que Jonás sea histórico y el gran pez sea ficticio? Sería igual señalar que el profeta Daniel era real pero los leones a los cuales fue arrojado en Babilonia eran simbólicos, como aseguran algunos. En verdad, hemos observado que la hermenéutica de los teólogos liberales, fanáticos racionalistas y cientificistas está chueca. Es bueno saber que quienes señalan el carácter parabólico o simbólico de Jonás en el vientre del gran pez y de Adán y Eva en el Edén son los mismos que sostienen que la evolución ayudó a Dios a crear al ser humano. Además, dicen ser cristianos. ¡La gran flauta! ¡En qué dios tan enano creen! Su dios no puede crear solo el universo y la vida inteligente, como tampoco puede mantener a un hombre vivo en el vientre de un “gran pez”. La generación del siglo XXI es más incrédula que la del siglo I cuando el Señor habló de la historia de Jonás en el gran pez. Esta generación actual, creyéndose sabia, se hace necia. Y al contrario de otras generaciones fanáticas religiosas, la actual rinde culto a la razón (muchas veces a la sinrazón) y al cientificismo siendo fanática racionalista y cientificista. ¡Cuánto cuesta evitar los extremos!
Muchos se burlaban de Abraham afirmando que tal personaje nunca existió, y que Ur de los caldeos, ciudad de Abraham, tampoco existió. (Hace un tiempo, una atea me discutía que el pueblo de Israel había sido idólatra; al ahondar en su argumento me percaté que confundía el pasado de los padres de Abraham en Ur de los caldeos y el llamado de Abram a convertirse en una nación que sirviera y adorara al único Dios que existe: “Yo soy el que Soy”. La señora también afirmaba no creer en el Dios de la Biblia pero hablaba de “los dioses”) Sin importarles las evidencias, todavía dudan de Noé, el diluvio y el Arca y muchas otras revelaciones de la Biblia. No quieren creer.
A inicios del tercer milenio hasta la fecha se han realizados numerosos descubrimientos científicos que echan por tierra el mito de la evolución. (Aunque lo dudes, todavía muchos tienen tierra en los ojos y nos la quieren tirar para enceguecernos) Quienes se ríen del hipotético mito de Adán y Eva pero aceptan las irracionalidades del mito transformista deberían investigar sobre Ebla, biblioteca que cuenta con más de 17 mil tabletas de barro que precede al relato babilonio en más de 600 años, y convalida y tiene semejanza con los primeros capítulos del Génesis. Hace unos años, el genetista Bryan Sykes hizo alusión a una Eva mitocondrial que habría dado origen a siete mujeres que fueron apareciendo paulatinamente. No te extrañes que un día de estos se confirme sin lugar a dudas que todos descendemos de una sola pareja: Adán y Eva. Pero... la Biblia lo dijo primero. Otros dirán: “La Biblia tenía razón”.
Pues bien, tengamos en cuenta que aunque Dios no vive en la dimensión natural, sí actúa en ella; lo hace sobrenaturalmente. Dios no está ni puede estar sometido a leyes naturales creadas por Él. (Señores materialistas, entiendan que Dios no es materia) Si lo estuviese, no sería Dios. Si pudiéramos explicar a Dios y los milagros, Dios no fuera Dios ni sus intervenciones en la Historia y en la vida de las personas fuesen milagros. (La piedra de tropiezo de los fanáticos racionalistas y cientificistas es que al no poder entender ni explicar a Dios ni los milagros optan por lo más fácil: negarlos o inventarse que los evangelios están incompletos o que ninguna hipótesis que conduzca a Dios y lo sobrenatural es científica y todas esas tonteras que repiten como papagayos. O sea, según ellos, Dios no es científico por no cumplir con la metodología de las ciencias naturales. Ese chiste está bueno, ¿puedo reírme?) Considero que Dios hizo que el Sol, la Luna y la Tierra se detuvieran a fin de escuchar la oración de un hombre de Dios. ¡Extraordinario el milagrito de mi Dios! Para mí, que soy un “granito de arena” en la “playa” del universo, es extraordinario. Para Él, que es infinito, es como quitarle un pelo a un gato.
En cuanto a la oración de Josué y la respuesta divina, Charles C. Ryrie sostiene:

Los puntos de vista a este fenómeno caen en dos categorías. La primera asume una dilación o suspensión de la rotación normal de la Tierra de modo que hubo horas adicionales en ese día (de 12 ó 24). Dios hizo esto para que el ejército de Josué pudiera completar su victoria antes de que el enemigo tuviera una noche de descanso para recuperarse. El vocablo hebreo para ‘se detuvo’ (v. 13) es un verbo de acción que indica una dilación o suspensión de la estación de la Tierra sobre su eje (que no afectaría el movimiento de la Tierra alrededor del Sol). El versículo 14 indica que aquél fue un día singular en la historia del mundo. La segunda categoría incluye puntos de vista que asumen que no hubo irregularidad en la rotación de la Tierra. Una de esas posturas aboga por la prolongación de la claridad causada por una extraña refracción de los rayos solares. De modo que hubo más horas de claridad pero no más horas en el día. Otra opinión supone una prolongación de las sombras de la tarde para dar a los hombres de Josué un descanso del Sol abrasador de verano, realizado por Dios al enviar una inesperada granizada en el verano. Esta opinión da a la expresión se detuvo en v. 13 el significado de ‘detenerse’ o ‘cesar’, indicando que el Sol estaba nublado por la tormenta y no se añadieron más horas al día [...]. (Citado con permiso)

Otro comentario propicio al tema es el de William MacDonald, quien afirma: “Entonces, a petición de Josué, Sol y Luna se ‘detuvieron’ para perseguir y destruir al enemigo antes de que pudieran escapar a la seguridad de las ciudades amuralladas. Literalmente es lenguaje descriptivo decir que el Sol y la Luna se detuvieron. Usamos semejante lenguaje al decir que el Sol sale o se pone”. (Las negritas son del texto)
Soy de la opinión de que sí hubo prolongación del día; pero, ¿qué pasó después para que esas horas perdidas por la oración de Josué se recuperaran? Pienso que la respuesta está en 2do Reyes 20: 11. “Entonces el profeta Isaías clamó al Señor; e hizo [Dios] volver la sombra por los grados que había descendido en el reloj de Acaz, diez grados atrás”. Los expertos han afirmado que el maremoto del 26 de diciembre de 2004 en el sudeste asiático fue de tal magnitud que la Tierra se movió de su eje y los días fueron acortados. Si un maremoto hace algo que para Dios es como mover una ceja, ¿qué será imposible para el Creador del Cielo, la Tierra, el universo y la vida?
7) El 24 de abril de 1992 los medios de comunicación social del mundo civilizado informaban sobre la confirmación de una gran explosión ocurrida en el universo, sostenida por la teoría de la Gran Explosión (Big Bang). Esa es una de las tantas abrumadoras evidencias de que el universo tuvo un principio y tiene un Creador, alguien que activó el gatillo que dio origen al cosmos, y cuyos informes fueron catalogados por George F. Smoot, líder del proyecto COBE, como la “[...] Evidencia del nacimiento del universo. Es como mirar a Dios”.
Tanto Smoot como John C. Mather, coautor del mencionado proyecto, fueron galardonados con el Nobel de Física en 2006 por aportar datos sobre el origen del universo, las galaxias y las estrellas. ¿Qué tal? Basados en tales hechos ahora es mucho más difícil sostener la creencia ateísta del universo surgido o “brotado” de la nada absoluta. El ateísmo siempre ha sido filosófico, irracional y anticientífico. Pero ahora da pataleos de ahogado.

8) Antes de que Sigmund Freud (1856-1939) descubriera la suprema importancia de mamá en la formación del niño, los libros de Reyes en el Antiguo Testamento nos han estando revelando que la madre es vital en la vida del bebé. “Y el nombre de su madre fue [...]”, expresa repetidas veces el autor de los libros de Reyes. Lo curioso es que en los tiempos en que escribió el autor de los libros de Reyes la mujer era un cero a la izquierda, como sigue siéndolo en nuestras civilizaciones patriarcales y machistas. Entonces, ¿por qué el autor menciona los nombres de las madres de tantos reyes de Israel? Porque sabía que mamá más que nadie tiene que ver en la formación de su hijo. Y esa formación la desplazaría a su manera de gobernar; fuese malo, regular, bueno o excelente su gobierno. (El tema lo ahondamos en el ensayo De nosotros, políticas, político, ricos, pobres, familia y sociedad) Salomón escribió sobre la conducta del niño pequeño, de la relación del pensamiento con la conducta y el carácter humanos, etc. “Ya con sus actos da a conocer el niño si su conducta va a ser limpia y recta”. (Proverbios 20: 11)
9) El apóstol Pablo escribió que la vida del humano cambia a medida que empieza a transformar programaciones, esquemas y mensajes parentales y toma conciencia de sí mismo. “No te adaptes a las formas [esquemas] de este mundo, sino transfórmate por medio de la renovación de tu mente, para que puedas comprobar cuál es la voluntad de Dios: que es buena, agradable [a veces no al inicio], y perfecta”. (Romanos 12: 2) Pablo era sicoterapeuta. Nota lo otro que asevera, inspirado (gr. theopneustos) por Dios. “No comprendo mi proceder, pues no pongo por obra lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso es lo que hago; en mi carne no mora el bien, porque el querer el bien lo tengo al alcance, pero no el hacerlo; veo otra ley en mis miembros, que hace guerra contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros”. (Romanos 7: 15, 18, 23) ¿Seguirán enseñando algunos sicólogos que los conceptos teológicos han “obstaculizado el progreso de la sicología”? ¿O que el niño nace sin conflictos, y que la historia personal le determina? En el pasaje anterior, Pablo revela la lucha sin cuartel dada en el interior de los seres humanos. O, como dijera la sicología, la guerra entre la parte sana y la enferma.
10) David, el salmista, le pide a Dios que lo escudriñe y conozca su corazón; que lo pruebe y conozca sus pensamientos; y vea si hay en él camino de perversidad, y que lo guíe por el camino eterno. (Salmos 139: 23, 24) ¿Qué es eso, sino sicoanálisis? ¿Quién inventó el sicoanálisis: Josef Breuer o Freud? Sin lugar a dudas el segundo. Pero fue David el primero en mencionar el renombrado sicoanálisis sin saberlo, creo yo. Veamos: David habla de “escudriñar el corazón” (sentimientos y emociones; el “yo”). “Probar o analizar sus pensamientos” (intelecto; el “ego” = parte consciente del yo). “Ver si hay en él camino de perversidad” (análisis clínico). “Guíame por el camino eterno” (reeducativa, desprogramar su inconsciente, para accionar su voluntad, aspecto importante del yo). ¿Quién dijo que la Biblia no contiene perlas de la conducta humana? Ahora bien, considero que la sicología es una ciencia imperfecta como toda ciencia, mas es ciencia. Si el sicoanálisis es ciencia o no es algo que deben resolver los sicoanalistas. Baste señalar que Freud no tiene razón en todo lo que plantea. De lo que sí estoy segurísimo es que la Biblia es un libro inigualable.
11) ¿Quién no recuerda los sueños de José y de los reyes babilónicos interpretados por Daniel y el propio José en Egipto? Aunque José y Daniel trataron sueños relacionados con el futuro, y Freud se interesó en los sueños para conocer la “vía regia” de lo que hay en el inconsciente (el verdadero yo), fueron Daniel y José los primeros en trabajar en la interpretación de sueños. Claro que habrá falsos descubrimientos bíblicos como los ha habido en los fraudulentos hallazgos de supuestos eslabones de la teoría de la evolución.
12) En 1929, Albert Einstein (1879-1955) tuvo que abandonar su teoría de una fuerza repulsiva (1917) que impediría la desaceleración y expansión del cosmos, y aceptar sin agrado ‘“la necesidad de un comienzo’ y ‘la presencia de un poder razonador superior’”, que daría origen al universo. (De nuevo los incrédulos quedaron mal parados. ¿Qué más hay que descubrir para que acepten que la Biblia es la inspirada Palabra de Dios? Al final de sus días, no pocos tendrán que expresar de mala gana: “... la Biblia tenía razón”. Esto es, si la soberbia no se lo impide admitirlo. ¡Cuánta soberbia hay en el corazón de algunos!)
Observamos que semejante descubrimiento fue posible por la confirmación del postulado de la explosión de la teoría conocida como Gran Explosión (Big Bang), que habla del principio del universo. A ese Originador que tiró del gatillo para dar origen al universo los creyentes lo llamamos Dios; los materialistas ateos la llaman Madre naturaleza o Naturaleza, dando culto a la criatura en lugar de rendirlo al Creador. ¡Adorada sea la materia!
Paul Davies también tuvo que reconocer la evidencia de un principio en el universo, y en 1988 escribió: “El Big Bang es el lugar en el universo donde hay espacio para que aún el materialista más tenaz [fanático], admita a Dios”. Ese mismo Davies también escribió: “La imagen de que hay un diseño [real en el universo] es impresionante”.
¿Qué te parece? Lástima que la brevedad de la vida del humano en la Tierra impida que la mayor parte de escépticos, agnósticos y ateos no sobrevivan a descubrimientos que hacen añicos sus presuposiciones y argumentaciones filosóficas llamadas por ellos “científicas”. Mas, aunque tales hallazgos se dieran en vida de los incrédulos (ya lo estamos viendo con los más recientes descubrimientos), muchos continuarían (y siguen) empecinados en su alocada y miope visión de la vida, pues la arrogancia y una cabeza cuadrada por prejuicios y resentimientos son prácticamente imposibles de penetrar con la luz de la verdad. Otros, deshonestos intelectuales, escamotean los hechos para no verlos. Más pesa y vale un gramo de sensatez que una tonelada de necedad. Debido a tantos descubrimientos en astrofísica y cosmología, entre otras ciencias, a mí me daría vergüenza decir que soy ateo. Sería filosófica y científicamente irresponsable.

A inicios de los años 60, James Jauncey escribió un libro titulado La ciencia retorna a Dios, donde plantea su convencimiento de que el mundo científico naturalista está volviendo a Dios y su Palabra. Gracias a los más recientes hallazgos científicos es posible afirmar que las ciencias naturales le está dando razón a la Biblia y apuntan hacia un universo diseñado por una Inteligencia que los creyentes llamamos Dios; es decir, Dios no es un “mito reconfortante”. Hoy no se trata de un debate entre religión y ciencia como han hecho creer a muchos, sino entre religión y religión, entre cristianismo y materialismo. Entre teísmo y ateísmo. Puesto que los naturalistas (materialistas) se apegan a sus creencias evolucionistas como quien abraza una religión. Se agarran de cualquier cosa que les parezca contra Dios como abraza el náufrago cualquier objeto flotante; aunque sea el escusado del barco.
En palabras del periodista Gregg Easterbrook, “estamos entrando a la era más grande de fusión entre la ciencia y la religión desde que la Ilustración trató de reconciliarlas”. El físico Paul Davies escribió: “Puede parecer raro, pero en mi opinión la ciencia ofrece un camino más seguro hacia Dios que la religión”. Aclaremos algo de una vez: el común de los mortales llama ciencia solo a las ciencias naturales. ¡Error! Hay otras ciencias. En el plano natural, es cierta la afirmación de Davies. Pero espiritualmente el “camino más seguro” -para decirlo al estilo de Davies- y el Único que lleva a Dios es el resucitado Cristo histórico, no la religión. El nanocientífico James Tour expresa: “Solo un novato que no sabe nada de ciencia podría decir que la ciencia nos aleja de la fe. Si uno estudia realmente ciencia, esta le llevará más cerca de Dios”. ¡Cierto! Solo los que poco saben de ciencias naturales creen que nos alejan de Dios.
Hay muchas más revelaciones de la Palabra de Dios que las ciencias naturales han ido confirmando bien por descubrimientos científicos o bien por excavaciones arqueológicas. Cada descubrimiento científico y arqueológico fortalece nuestra fe en la inconmovible Palabra de Dios. La Biblia no es un libro de ciencias naturales, pero no contiene verdades anticientíficas.


(Nota: Tomado de nuestro libro El origen del sufrimiento... Todos los derechos de autor están protegidos por leyes internacionales. Prohibida su copia sin autorización escrita del autor)

Bibliografía

* Josh McDowell. Evidencia que exige un veredicto, volumen II, p. 53. Editorial Clie, España, 1988.
* S. I. McMillen. Ninguna enfermedad, pp. 22, 23, 26. Tipografía Unión, Medellín, Colombia, 1971.
* Diccionario Enciclopédico Quillet, tomo VIII, p. 206. Editorial Argentina Arístides Quillet, S. A., Buenos Aires, 1976.
* Biblia de Estudio Ryrie (versión Reina-Valera, 1960), p. 338. Editorial Portavoz, Gran Rapids Michigan, Estados Unidos, 1991.
* Comentario Bíblico de William MacDonald: Antiguo y Nuevo
Testamento, p. 114. Editorial Clie, España, 2004.
* Hugh Ross, El Creador y el cosmos, pp. 18, 19. Editorial Mundo Hispano, Estados Unidos, 1999.
* Antonio Cruz, Darwin no mató a Dios, p. 161. Editorial Vida, Estados Unidos, 2004.* Josh McDowell, Convicciones más que creencias, p. 196. Editorial Mundo Hispano, Bielorrusia, 2003.

Biblia: ¿Palabra de Dios o un libro más? (II)

Para mí, toda teoría, ideología, filosofía, teología, creencia, tradición o religión debe pasar por el sagrado filtro de la Biblia bien interpretada. Por tanto, desecho cualquier idea contraria al espíritu del Libro de Dios. Si las sagradas Escrituras (a algunos con criterios cargados y que no han investigado sobre la inspiración o no de la Biblia ni han tenido un encuentro con el resucitado Cristo histórico no les gusta la frase sagradas Escrituras) no dicen nada al respecto, lo haré parte de mí siempre y cuando no me perjudique. “Examínenlo todo; retengan lo bueno”, escribe san Pablo. (1ra Tesalonicenses 5: 21) Hace un tiempo había un comercial que aseguraba que si tal empresa o negocio no estaba en las páginas tales de la guía telefónica, simplemente no existía. Yo diría: “Si tal o cual verdad no tiene verdadero fundamento bíblico, debo escrutarla a ver si es provechosa para mi crecimiento y madurez como ser humano; de lo contrario, no existe”. No dudo que haya quien crea que esta es una forma estrecha de ver la vida. Si es estrecha, entonces Dios también tiene mentalidad estrecha, pues fue Él quien mandó a escribir la Biblia, el que la inspiró. No olvidemos que la frase “inspirado por Dios” (gr. theopneustos) significa recibir la “respiración de Dios”. De manera que la culpa no es del discípulo, sino del Maestro, porque en cuestiones espirituales yo solo me guío por lo que Él dejó escrito y redunda en mi desarrollo integral como cristiano y ser humano sin perjudicarme. “Toda [esta] Escritura es inspirada por Dios [Literal: “dada por el aliento de Dios”], y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre [mujer y niño] de Dios sea enteramente apto, bien pertrechado para toda buena obra”. (2da Timoteo 3: 16, 17)
Asimismo, la Biblia -no ninguna ciencia inventada por el ser humano- es la suprema autoridad para informarnos sobre el origen del universo, la vida, la familia y los valores y principios que deben regir nuestra vida. Si Dios no existiera ni hubiese inspirado a escribir un libro llamado Biblia, otro gallo cantaría. Pero Dios existe (aunque los ateos inconsecuentes lo nieguen), es personal y hay un Manual de instrucciones para nosotros; y lo necesario para mi beneficio espiritual se halla en la santa Biblia. En esto seré dogmático y fundamentalista porque la verdad absoluta lo es. ¿Te has dado cuenta cuán dogmáticas y fundamentalistas son las leyes científicas y de la naturaleza? ¿O cuán dogmáticas y fundamentalistas son las ciencias exactas? Observa lo dogmáticos y fundamentalistas que son los cajeros en los bancos, supermercados y otros lugares. Fíjate lo dogmáticos y fundamentalistas que son los bancos con las cuentas que hay depositadas en ellos. Más les vale ser dogmáticos y fundamentalistas; si no lo fueran, quebrarían. Seré dogmático y fundamentalista pero con mentalidad abierta a examinar cualquier otro pensamiento o creencia a ver si es provechosa para mi crecimiento como ser humano, siempre y cuando no entre en pugna con las enseñanzas bíblicas.
Ahora bien, cierto es que el carácter de inspirado (gr. theopneustos) del Libro de Dios para el humano no lo puede demostrar ni la arqueología ni la ciencia convencional. Porque, señalamos, el método científico de tal ciencia no es funcional para comprobar la veracidad de eventos que no pueden repetirse ante quien los ponga en duda. Para ello nos remitimos a la prueba histórica legal, que se fundamenta en demostrar que algo es un hecho real que está fuera de toda duda razonable. De manera que es la prueba histórica legal la que nos proporciona las evidencias históricas suficientes a fin de que comprobemos si la Biblia es la inspirada (theopneustos) Palabra de Dios o no.
Por mi experiencia de vida, sé que el mejor método para comprobar la inspiración de la Biblia es el método personal, mi vivencia con el Libro de Dios y con su Autor. Es subjetivo, pero revelador y convincente. Nadie te lo robará. Nadie, excepto el Espíritu Santo, te lo revelará. (Solo recordemos que la revelación recibida de parte de Dios debe estar acorde con su Palabra y la correcta interpretación de otros creyentes en Cristo, pues ninguna “profecía [o texto] es de interpretación privada”. -2da San Pedro 1: 20)
Si leo y estudio la Biblia sin orgullos ni ideas preconcebidas, y con humildad y seriedad, en el momento menos pensado el entendimiento y los ojos espirituales abiertos serán. Temo que muchos lo único que conocen de la Biblia son los Salmos 23 y 91. No es malo conocerlos y leerlos. Lo pobre es que solo lea eso cuando la Biblia tiene tanto por enseñarme. Me da la impresión de que mucha gente considera que la Biblia es un libro misterioso e incomprensible. (Quizá por ello ni la conocen, y cuando aparecen falsos evangelios y obras y películas que presumen “revelar” al “verdadero” Jesús quedan dudando del genuino Evangelio contenido en el Nuevo Testamento)
La Biblia no es ninguna de las dos cosas. El Papa Benedicto XV (de quien tomó el nombre Josef Ratzinger) asegura: “Jamás cesaremos [los líderes católicos] de exhortar a todos los cristianos [católicos] a que hagan su lectura cotidiana de la Biblia, principalmente en los santísimos evangelios de Nuestro Señor, así como en Los Hechos de los Apóstoles y las Epístolas, esforzándose en hacerlos savia de su espíritu y sangre de sus venas”. ¡Excelente consejo! Ojalá todos los que confesamos el nombre de Jesús sigamos el sabio consejo de Benedicto XV.
Jesús dice: “el que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta”. (San Juan 7: 17) ¿Cómo puedo saber si lo malo que oigo de Colombia y su gente es cierto o falso? Disiparé la duda al ir a ese país y convivir con su gente. Igual puede decirse de una persona a la cual no conocemos. Somos muy propensos a prejuzgar y condenar a las personas por lo que otro o los medios en afán de sensacionalismo publican, mas luego de viajar y tratar a los nacionales colombianos a fondo nos damos cuenta de que nos dejamos envenenar el juicio. Los samaritanos después de que trataron a Jesús se dieron cuenta por sí mismos de que Jesús era el Mesías, y le dijeron a la mujer samaritana “ya no creemos por lo que tú has hablado, porque nosotros mismos hemos oído y sabemos que verdaderamente este [Jesús] es el Salvador del mundo, el Cristo”. (San Juan 4: 42) Ojalá respondiéramos todos como lo hicieron los samaritanos.
En mi opinión, lo más convincente en cuanto a la inspiración de la Biblia es el fenomenal impacto que ha tenido (y tiene) en la vida de millones y millones de personas y naciones que han bebido de su rico e inagotable manantial a través de la historia de la humanidad. Millones de personas de muchísimos países, razas, sexo, idiomas, ideologías y credos pueden testificar que la Biblia ha suscitado una revolución espiritual en sus vidas. ¿Qué explicación razonable hay para el hecho de que un ser sumido en lo más profundo del alcohol o cualquier otra droga lo aborrezca y su vida sea transformada en cuestión de segundos como resultado de una pequeña oración a Dios en el nombre de Jesús? ¿Cómo explicar el odio del apologista Josh D. McDowell por su padre abusivo y alcohólico haya sido transmutado por amor y misericordia? ¿Cómo entender que un matrimonio con hijos en bancarrota total se salve por el “simple” hecho de que marido y mujer den sus vidas a Jesús? ¿Qué mueve a un niño, cuyos padres programaron y “empujaron” a las pandillas y a ser un despiadado delincuente, por no prodigarle amor, a convertirse en un sujeto que no es ni sombra del pasado y a ser predicador de jóvenes pandilleros? La filosofía, las ciencias naturales, la sociología, la sicología ni la siquiatría tienen respuestas serias sin entrar en contradicciones. Con tal de rechazar serias y fehacientes evidencias, el fanático racionalista y el cientificista son capaces de esgrimir los argumentos más pueriles y absurdos.
Ahora bien, ¿crees tú que si la conversión a Jesús fuera únicamente simple emoción del alma -como sucede en otras religiones-, histeria colectiva o simulaciones y trucos del cerebro se repitiera en tantos millones de seres de distintas razas, posiciones sociales, épocas y lenguas? ¿O que tal hecho en lugar de decrecer aumentara, afectando de tal manera a la persona que le transforma la vida? En las ciencias naturales creen que un hecho repetido tantas veces, luego de cumplidos ciertos requisitos, es susceptible a ser declarado ley. Eso es la conversión a Jesús o nuevo nacimiento: una ley; un hecho probado, no una religión más surgida con el propósito de alienar el pensamiento y la voluntad humanos.
Debo aclarar algo que suele confundirse en la Iglesia del Señor: en verdad, el Evangelio no cambia ni salva a nadie... Si así fuera, los miles de escépticos, agnósticos y ateos que han leído y leen el Nuevo Testamento y la Biblia entera se hubieran salvado. Quien salva, sana y cambia al ser humano es el Señor Cristo Jesús cuando el lector y buscador de la verdad espiritual se acerca a Jesús con corazón contrito y humillado. (Romanos 10: 9, 10) Más, el Evangelio sin el Espíritu Santo que creó el universo y resucitó al Señor Jesús de los muertos sería simple religión; un conjunto de normas y preceptos religiosos. Pero el Espíritu del Creador del universo y la vida lo vivifica y hace real a nuestra vida para llevarnos a Jesús, quien cambia, cura y salva. No olvidemos que la piedra angular del cristianismo del Evangelio es la resurrección del Señor Jesús; sin ella, el Evangelio es simple y sencilla religión. Sin el Espíritu Santo que levantó a Jesús de entre los muertos el Evangelio es letra muerta.
(Nota: Tomado del capítulo 2 de nuestra obra El origen del sufrimiento: cómo trascender el dolor para vivir en plenitud y no fracasar en el intento. Todos los derechos están protegidos por leyes internacionales)

Biblia: ¿Palabra de Dios o un libro más?

En vista de que muchos tienen dudas en cuanto a la fiabilidad de las escrituras judeocristianas, ofrezco este material al lector interesado en conocer el tema. Espero ayude a despejar dudas honestas. No pretendo convencer a nadie sino presentar evidencias reales a fin de que el lector tenga un juicio más acorde con los hechos que presenta la apología cristiana, muy poco conocida entre las gentes que dudan.
Ante todo, debo admitir que ningún original de la Biblia existe. No contamos con ninguno de los manuscritos del Antiguo ni del Nuevo Testamento escritos por los más de cuarenta autores de la Biblia. Pero, el hallazgo de unos ochocientos rollos en once cuevas de Qumrán, noreste del mar Muerto, en 1947, demostró sin lugar a dudas que las copias que los traductores y estudiosos habían utilizado para traducir los libros del Antiguo Testamento son fiables por ser fieles traducciones de los originales desaparecidos. Dicho de otro modo, con todo y las dudas de algunos y el desconocimiento de otros, la Biblia ha llegado hasta nosotros completa y exacta gracias a hombres meticulosos y reverentes de las sagradas Escrituras.
Entre los siglos V y III a. C. surgió en la nación judía una clase de eruditos llamada soferim o escribas, cuyo oficio era preservar cuidadosamente los antiguos manuscritos y producir nuevas copias si era necesario. Luego de los escribas soferim, los escribas talmúdicos vigilaban, interpretaban y comentaban los textos sagrados a lo largo de los años 110 y 500 d. C. Después de los talmúdicos, los escribas masoréticos, entre los años 500 a 900 d. C., eran los encargados de tan loable labor. El celo de los masoretas sobrepasó a sus antecesores pues establecieron tal disciplina para la copia de un manuscrito que cuando se completaba una nueva copia le daban a la reproducción una autoridad igual a la del original por estar absolutamente seguros de que tenían un duplicado exacto. (1)
Insisto, estos copistas eran personas minuciosas, reverentes a la sagrada Escritura y temerosas de Dios. No había lugar para el desorden, la irreverencia o los errores en las copias que hacían de la Palabra de Dios.
Tan excelente fue la labor de estos señores que al ser comparadas nuestras copias con los rollos del mar Muerto hallados en las cuevas de Qumrán, eran idénticos en más del noventa y cinco por ciento. Y la diferencia del casi cinco por ciento era debido a variaciones ortográficas. ¿Qué te parece? Eso no lo dicen o ignoran quienes ponen en tela de duda la confiabilidad de las sagradas Escrituras. Suelen decir solo lo que les conviene. Y una verdad a medias es una gran mentira. (2)
Por otro lado, el Nuevo Testamento no tiene comparación puesto que ninguna obra de la antigüedad puede siquiera acercarse a la confiabilidad de los libros que registran la vida, pasión, muerte y resurrección corporal del Carpintero de Nazaret.
Los historiadores evalúan la fiabilidad textual de la literatura antigua según (1) el intervalo entre el original y la copia más antigua y (2) cuántos manuscritos o copias existen. Veamos tres ejemplos: La Ilíada de Homero, cuyo texto se fundamenta en copias que datan de 400 años a. C. y cuenta con 643 copias. Décadas de Tito Livio se basa en un manuscrito parcial y diecinueve copias muy posteriores que datan entre 400 a 1,000 años después del original. Y Anales de Tácito, cuyas copias más antiguas datan del 1,100 d. C. y cuenta con solo 20 copias. (3) Los hipercríticos del Nuevo Testamento no objetarían tales obras, pero sí lo hacen con el Evangelio. ¿Qué cosas no?
Por su parte, del Nuevo Testamento existen ¡24 mil 900 manuscritos! Tales manuscritos son copias de los originales escritos aproximadamente entre los 30 y 60 años después de los hechos ocurridos en tiempo y espacio reales. (4) ¿Qué tal?
Hagamos un paréntesis: Algunos creen que los escritores neotestamentarios escribieron entre los años 50 y 100 d. C. Otros aseguran que no pudo haber sido después de la caída de Jerusalén en el año 70, porque un hecho trascendental como ese no hubiese sido pasado por alto por los apóstoles, que eran nacionales judíos. Dicho de otra manera, ningún autor del Nuevo Testamento hace mención alguna de la caída de Jerusalén en sus escritos. En todo caso, si la fecha de la escritura del Nuevo Testamento fuera entre los años 50 y 100 d. C., no hubo tiempo suficiente para que se superpusieran los hechos y se crearan leyendas como creen los críticos.
Sigamos: Me parece oír a alguien argumentar que al copiar un copista se pudo haber colado cualquier cantidad de error y que ello le resta confiabilidad al Nuevo Testamento. Nada más alejado de la verdad. Con el objeto de profundizar más en la fiabilidad de las sagradas Escrituras judeocristianas y no dejarse llevar por cantos de sirena de eruditos liberales como el “Seminario de Jesús” (Jesus Seminar), sugiero Nueva Evidencia que demanda un veredicto de Josh McDowell y El caso de Cristo de Lee Strobel.
La Biblia o parte de ella ha sido traducida a más de ¡2 mil 200 idiomas! Las traducciones se cuentan por miles, y las copias por millones y millones. La Biblia sigue siendo el libro más leído del mundo. Pero también el más ignorado por el común de la gente; el más cuestionado por teólogos y eruditos liberales, y el mayor objeto de odio de fanáticos racionalistas, cientificistas y materialistas ateos.
Es cierto que el cristianismo de los tiempos modernos difiere en entrega a Jesús y en poder para hacer milagros y señales del cristianismo primitivo de la época apostólica, pero la cristiandad en lugar de desaparecer como han pronosticado algunos escépticos de ayer y de hoy, se ha robustecido en los últimos años y ganado más adeptos para el dolor de cabeza de esas minorías escépticas, agnósticas y ateas. Ahora bien, hay quienes se vanagloria de que sus miembros o feligreses son millones. Pregunto: ¿Somos católicos, protestantes o cristianos nacidos de nuevo? ¿De qué vale que los países digan ser católicos o protestantes, pero tales creyentes están muertos espiritualmente y viven como si Dios no existiera y de espaldas al resucitado Cristo histórico? ¿Que en qué me baso para afirmarlo? ¡Pues en la injusticia social, en la mala distribución de las riquezas, en la justicia parcializada y ciega que se practica y en las constantes guerras y conflictos internos! Por lo visto, señalar que somos católicos o protestantes no sirve para nada y tales desatinos dan tela que cortar para que el escéptico, agnóstico o ateo vomite sobre las creencias y el cristianismo. “Es necesario nacer de nuevo”, dice Jesús. (San Juan 3: 7)
Te confieso que prefiero compartir el Evangelio con un escéptico, agnóstico o ateo que con un religioso. ¿Que por qué? Porque el religioso (no hablo del nacido de nuevo por obra del Espíritu Santo) casi nunca ve su necesidad espiritual de Cristo Jesús y se refugia en su creencia y religión muerta para justificarse y vivir el Evangelio como lo enseña su religión o iglesia y no como está plasmado en las sagradas Escrituras bien interpretadas; mientras que es más probable que el escéptico, agnóstico y ateo se conviertan si hay honestidad intelectual en ellos y rebato sus argumentos. Por desgracia, muchos escépticos, agnósticos y ateos son deshonestos intelectuales o la soberbia les impide ver más allá de sus narices.
El canon de las Escrituras judeocristianas
Es lamentable señalar que la persona promedio no lee; mucho menos investiga a conciencia. Y los criticastros del Evangelio solo leen e investigan lo que les conviene. Es raro el hipercrítico que lee e investiga con honestidad intelectual. Y cuando lo hace termina convencido de las sólidas evidencias del cristianismo y la Biblia, y se convierte al resucitado Cristo histórico. Si sabes de alguien que supuestamente investigó las evidencias del Evangelio y las pruebas testimoniales de los cristianos y sigue con su postura intransigente y negando la historicidad y realidad de Cristo en la vida humana, ten por cierto que no investigó bien, es un deshonesto intelectual o su vida privada es un desastre.
La mayor parte de la crítica radical conoce al dedillo el pensamiento de los que piensan y creen como ellos, pero ignoran o pasan por alto los cientos y miles de apologistas cristianos. Me parece que ellos son de cuidado puesto que no pocos por ostentar un título universitario, ser docentes en universidades o por razones académicas tienen gran injerencia en un sinnúmero de conciencias. De ellos puede decirse lo que sostienen los autores del Manual del perfecto idiota latinoamericano de las corrientes de la izquierda radical: no investigan a través del método de las ciencias naturales o la prueba histórica legal ni leen de izquierda a derecha como nosotros los terrícolas de Occidente ni tampoco leen de derecha a izquierda como los orientales, sino que investigan y leen en círculo; practican endogamia e incesto intelectual. (5)
En otros términos, carecen de honestidad intelectual y la mayor parte de científicos naturalistas y racionalistas está tan amaestrada y es incapaz de seguir lo que llaman la “voz de la ciencia” o “de la razón” para seguir los estándares de argumentación del paradigma, del entrenamiento recibido o lavado de cerebro del que habla Feyerabend. Mas tienen la desfachatez de etiquetar a los cristianos y a los creyentes de cualquier religión de ser “víctimas de una estupidez congénita y pandémica”, “siervos del dogma de los poderes económicos que los someten y conducen como zombis por la vida”. Dicen, asimismo, que se critica no solo los dogmas, sino incluso “las religiones organizadas por considerarlas alienantes para el intelecto y herramientas de dominación sobre los seres humanos”. Claro que hay dogmas y dominación de religiones institucionalizadas, y yo condeno la alineación del pensamiento doquiera que venga. Quienes me conocen y saben de mi pensamiento teológico están enterados de que soy enemigo de dogmas y reglas a seguir solo porque lo dice una iglesia, un libro o líderes religiosos. Me gusta escrutarlo todo a fin de retener lo bueno y desechar lo malo o dañino para mi salud espiritual. Pero tampoco es menos cierto que en los campos de las ciencias naturales también existen amos, alineación o paradigmas, fanatismo, creencias, dogmas, radicalismo y absolutización. Y entre los filósofos están los venenos llamados fatalismo, pesimismo y relativismo; además de que han erigido culto a la falible e insegura razón humana y la han constituido en filtro inerrante para discriminar entre la verdad y la mentira. Toca, por tanto, sacar a los mercaderes del Templo de la fe, de las ciencias naturales y de la filosofía.
Pues bien, quienes nos meten a todos en el mismo saco no investigan con honestidad intelectual, mas gustan hacer catarsis sobre los cristianos en particular y los creyentes en Dios en general.
Por experiencia sé (no solamente creo) que quien busca la verdad con honestidad intelectual la encuentra cualquiera que esta sea. El problema está en si al hallar la verdad estoy dispuesto a aceptarla y ponerla en práctica. Si paso por alto esa verdad y no actúo en consecuencia, soy un deshonesto intelectual.
Y la verdad en cuanto al canon de las Escrituras es uno de los puntos menos conocidos por el común de la gente y por los que nos crucifican y señalan de autómatas y tontos útiles del poder económico de las clases dominantes y otras hierbas que suelen repetir como papagayos. (Una mentira repetida mil veces no se convierte en verdad como creía Goebbels. Pero muchos la creen impactados por los medios que al ignorar historia antigua dan cabida desmedida a documentos gnósticos como el “Evangelio de Judas”, pasquines y novelillas que no ofrecen información histórica confiable, sino que buscan robar cámara y ganar mucho dinero)
Aun gente religiosa supuestamente conocedora de estas cuestiones ignora (o no quieren reconocer) porqué únicamente en el canon bíblico hay 39 libros en el Antiguo Testamento y la razón de solo 27 en el Nuevo. Con semejante desconocimiento, casi generalizado, tú esperarías que falsos cristianos, escépticos, agnósticos y ateos se abstuvieran de tocar el tema; sin embargo, los oyes y ves escribiendo tan dogmática e irrespetuosamente contra la Biblia, Dios y Jesús que quien desconoce igual que ellos piensa que dominan lo que afirman o les asiste la razón. En general, entre más grandilocuente es el portavoz de tales ideas más grandes son sus hambres de afecto y sus vacíos existenciales. Y por ende más vehemente el deseo de robar cámara (léase protagonismo), ganar dinero o engordar su ego con las polémicas que fomenta.
Antes de plantear el tema del canon de las Escrituras debemos definir el término “canon”. La expresión canon viene del hebreo ganeh y del griego kanon, y significa caña, junquillo o vara de medir. La caña llegó a ser un instrumento para medir y su significado evolucionó a “patrón”, “regla”, “norma”. En el cristianismo vino a representar “la regla escrita de la fe”; es decir, el patrón por medio del cual se debía medir y evaluar la lista oficial de libros aceptados por la comunidad de cristianos durante y después de los apóstoles del Cristo resucitado.
Importante es aclarar que ni la Iglesia primitiva (desde el siglo I hasta finales del V d. C., la Iglesia -fundada por el Espíritu Santo el Día de Pentecostés- era cristiana, no era ni católica ni protestante) ni ninguna organización religiosa ni ningún emperador romano creó el canon ni determinó los libros que se llamarían sagradas Escrituras. La Iglesia primitiva solo reconoció o descubrió cuáles libros habían sido inspirados. Es decir, un libro no es Palabra de Dios porque fuera aceptado por el pueblo de Dios. Únicamente Dios le da autoridad a un libro y determina cuál es inspirado. La Iglesia cristiana lo único que hizo fue descubrir los libros inspirados y reconocerlos como tales. No hay nada más apartado de la verdad que la afirmación de que la Iglesia primitiva rechazó libros porque no le convenía tenerlos en el canon. Los libros no reconocidos como canónicos se desecharon básicamente porque contradecían el espíritu de las enseñanzas de otros libros o carecían de la autoría o reconocimiento de los apóstoles de Jesús. Más adelante veremos cómo se determinó la inspiración o no de un libro. Baste aseverar que las evidencias internas y externas de cada libro confirmaron la canonización o no de los escritos. Esto es, los libros apócrifos no fueron excluidos del canon por la Iglesia, sino que ellos mismos se excluyeron por desarmonizar con el testimonio de Jesús que los cristianos primitivos aceptaban como dignos de confianza.
Después de la muerte de los apóstoles, el surgimiento de sectas y herejías en los tiempos de la Iglesia primitiva propició la imperiosa necesidad de algunos artículos de fe; la autoridad para hacerlos un estilo de vida y la recopilación de escritos de los apóstoles con la suficiente facultad para contrarrestar a los herejes y reafirmar la fe. En tiempos apostólicos la fe surgía de un corazón rendido a la voluntad y señorío del Señor Jesús resucitado. Pero, luego de los apóstoles, la fe perdió mucho de su esencia espiritual para convertirse en una aceptación mental y emocional (considero que a partir de ahí se distorsionó mucho el significado de fe); tal fe precisaba y aún es auxiliada por un cuerpo de doctrina riguroso e inflexible en no pocas ocasiones. Se hace hincapié en la creencia correcta cimentada en la inspirada y acertada interpretación de los escritos apostólicos. Por consiguiente, la purga y selección de los libros que formaran el canon de las sagradas Escrituras no se realizó por capricho de excluir literatura ni se llevó a cabo con aviesos deseos de ocultar nada. Fue la consecuencia lógica de tener una regla de fe acorde con la verdad de la infalibilidad del Dios que no se contradice ni desdice.
La canonización de los actuales libros que componen el Antiguo y Nuevo Testamento respondió y responde la necesidad en cuestión; fue y es la fuente de inspiración de la Iglesia de Jesucristo y de los actuales seguidores del Cristo resucitado. He ahí la razón de la total certidumbre de la Iglesia del Señor de que tiene la completa e inerrante Palabra de Dios aunque surjan “evangelios”, escritos, libros y supuestas nuevas evidencias que reclaman “revelar misterios” que los libros canónicos no contemplan. A medida que se acerque la venida corporal de Jesús aparecerán más falsos cristos y falsas revelaciones sobre la Biblia. ¡Cristiano, ten cuidado!
Desde sus inicios, los libros del Antiguo Testamento (aparecidos en el conjunto de libros considerados inspirados por judíos y cristianos protestantes) eran aceptados como Escrituras sagradas por la nación judía y por los seguidores de Jesús, y por el mismo Jesús. Después de la resurrección corporal de Jesús, conforme aparecían los escritos de los apóstoles (mientras vivieron y después de morir) se iban añadiendo a los escritos del Antiguo Testamento, y se les tenía en igual condición de Palabra de Dios. Los apóstoles Pablo, Pedro y Juan reclamaban desde la aparición de sus escritos la inspiración divina en ellos.
Ahora bien, ¿qué criterios fueron utilizados para determinar si un libro era o no inspirado? Cinco fueron los criterios para tan delicada tarea:
1) Si el libro o epístola tenía autoridad genuina de un profeta de Dios o de un apóstol de Jesucristo. Tales investigaciones no siempre eran fáciles de realizar, especialmente de los libros menos conocidos y de regiones distantes de Jerusalén, cuna del cristianismo.
2) Si el autor del libro recibió confirmación por algunos actos portentosos de Dios. Con cierta frecuencia la calidad de los milagros hacía la diferencia entre un hombre de Dios y un lobo vestido de oveja. Es bueno tener presente que el diablo y sus instrumentos humanos hacen cierto tipo de milagros para confundir. San Pablo revela que hasta “Satanás se disfraza de ángel de luz” para engañar. (2da Corintios 11: 14) Y Jesús reveló a sus discípulos que muchos le dirían que habían profetizado, expulsado fuera demonios y obrado milagros en Su Nombre, mas Cristo les respondería: “Nunca les conocí; apártense de mí, hacedores de iniquidad”. (San Mateo 7: 22, 23) “No hay nadie que haga un milagro en mi Nombre, y que pueda a continuación hablar mal de mí [...]”, y ser “hacedor de iniquidad”, expresa Jesús. (San Marcos 9: 39) En Egipto, los milagros de Moisés prevalecieron sobre los de los hechiceros y encantadores del faraón. (Éxodo 8: 18, 19) ¡Cuidado con ciertos “milagros” que ocurren por ahí!
3) Si el mensaje decía o no la verdad en cuanto a Dios revelada en otros libros considerados inspirados. Si había dudas acerca del libro, era excluido. Puesto que Dios no puede contradecirse, los libros que contradecían otros libros ya canonizados eran desechados. Por tanto, un libro con falsas pretensiones no puede ser Palabra de Dios. Ejemplo: el llamado “Evangelio de Judas”, el “Evangelio de María” y otros “evangelios” gnósticos presumen revelar la verdad sobre Jesús, Judas, María de Magdala y otros temas. Ojo, una peculiaridad de los “evangelios” o libros gnósticos es que pretenden saber más que los apóstoles que caminaron con Jesús por casi cuatro años. Lo descabellado es que fueron escritos dos, tres o cuatro ¡siglos! después de Cristo y los apóstoles. ¿Qué tal? Dicho de otra manera, ni siquiera estuvieron presentes cuando se dieron los hechos ni conocieron a ninguno de los protagonistas principales del cristianismo, pero... ellos sí “saben” cómo se dieron los hechos. ¡No me digas! Cualquier similitud con ciertos casos de novelistas, documentales y medios sensacionalistas es pura coincidencia. Hay escritores y escritores. Hay expertos y expertos. Hay medios y medios. Hay receptores y receptores. Ya no hacen a los novelistas, a los expertos, a los medios y a los receptores como antes. (No sé si te has percatado que muchos programas televisivos acerca de escritos gnósticos son desempolvados o actualizados con “nuevas revelaciones” para pasarlos en ¡Semana Santa! ¿Qué crees que persiguen con tales producciones? ¡Vender! ¡Vender! ¡Vender! Todo lo que hable contra la Biblia, Jesús y la fe en Jesús vende. Y si despierta el morbo como la historieta del Señor Jesús y María de Magdala se venderá como pan caliente. ¡Qué crédulos son algunos cuando les conviene y qué incrédulos son cuando no les conviene creer!
4) Si el libro demostraba o no el poder [gr. dunamis] de Dios. Esto es, si al ser usado por el Espíritu de Dios cambiaba las vidas de quienes tenían contacto directo con la verdad de la Palabra inspirada (en mí se operó el milagro en 1978 al llegar a la historia del rey David al endechar la muerte de su gran amigo Jonatán, hijo de Saúl), se incluía en el canon. Si un libro no lograba transformar vidas, se desechaba. Tanto en lo secular como en lo religioso, hay libros y libros. Hay escritores y escritores.
5) Si gozaba de la aceptación del pueblo de Dios. ¿Quién mejor que los creyentes contemporáneos de los apóstoles para saber si ellos tenían o no la autoridad o inspiración de Dios en sus escritos? El mismo Pedro da excelentes referencias de Pablo y avala las epístolas del “apóstol de los gentiles” como inspiradas, “entre las cuales hay algunas difíciles de entender”. Por difíciles de entender y por oscuras razones, continúa Pedro, “[...] Los indoctos e inconstantes [las] tuercen, como también [hacen con] las demás Escrituras, para su propia perdición”. (2da San Pedro 3: 16) Algún parecido con la realidad actual es solo casualidad. Espero y confío en Dios que nadie me acuse de añadir y quitar a la bendita Palabra de Dios por el hecho de colocar palabras entre corchetes para su mejor entendimiento en ciertas ocasiones. (6)
Saludable es que aclaremos por qué traducciones cristianas de línea protestante (hay sectas que no son protestantes y mucho menos cristianas) excluyen ciertos libros que aparecen en versiones de la Biblia de otras confesiones religiosas de corte cristiano.
Dichos libros y dos adiciones a los libros de Ester y Daniel se excluyen del canon judío y cristiano protestante por cuatro poderosas razones:
1) En esas obras abundan errores históricos y geográficos y hay además anacronismos. De ahí que quienes desconocen que esos libros son deuterocanónicos (no canónicos) señalen que en la Biblia hay errores. (Sí hay errores en las traducciones de la Biblia que incluyen los libros en cuestión) La ignorancia es insolente.
2) Enseñan falsas doctrinas y promueven prácticas que chocan con los libros canónicos. Para darte cuenta de ello deberás conocer lo que enseñan los libros inspirados y los no inspirados para comparar.
3) Dichos libros recurren a géneros literarios y exhiben cierta superficialidad de estilo y de contenido discordante con los libros inspirados.
4) Carecen de elementos distintivos que dan a las Escrituras genuinas su carácter de inspiradas, tales como poder profético y profundidad poética y religiosa. (7)
Los libros en cuestión son: 1ro de Esdras, 2do de Esdras (este aparece como 3ro de Esdras), Tobías o Tobit, Judit, Adiciones a Ester, Sabiduría de Salomón, Eclesiástico o Sabiduría de Sira, Baruc; La oración de Manasés; 1ro y 2do de Macabeos.
Debo insistir en que el criterio fundamental para reconocer si un libro era o no inspirado para ser incluido en el Nuevo Testamento fue la autoridad y/o aprobación apostólica. Un libro podía presumir ser inspirado por un apóstol, pero si no era bien visto por los otros apóstoles, era excluido del conjunto de los demás libros tomados como inspirados. (Mi convicción es que quien tomó el lugar de Judas Iscariote no fue Matías, sino el gran Pablo, apóstol a los gentiles. Matías fue elegido por los Once apóstoles [Hechos 1: 26], mas Pablo fue escogido directamente por el Cristo resucitado en el camino a Damasco [Hechos 9: 3-6])
Ojo, entre los libros considerados no inspirados tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, hay algunos de riqueza y sabiduría religiosa; pero, como manifestara arriba, contienen doctrinas o enseñanzas contrarias a la voluntad y verdad de Dios reveladas en los libros inspirados o canónicos. Tengamos claro esto: Entre los libros canónicos no existe real contradicción.
Más adelante veremos que la Biblia sí contiene algunas ideas equivocadas y disparatadas de ciertos personajes, mas ello no es prueba de que el Libro de Dios contenga errores, sino que revela el respeto de Dios por la voluntad y el pensamiento humanos. Dios no oculta los malos actos y opiniones de hombres y mujeres, como suelen hacer los escritores y biógrafos modernos. Por otra parte, sí hay aparentes contradicciones, pero de aparentes a que sean reales hay gran diferencia. No todo lo que brilla es oro. Ni todo oro es de 24 quilates.
Para cerrar, es propio retomar y aclarar la creencia de los críticos de que entre los 60 a 90 años en que se escribieron los evangelios tales hechos se superpusieron con elementos míticos de tal manera que eso fue lo que transmitieron los evangelistas en lugar de una narración fiable y directa. Es decir, según ellos, con los años se distorsionó lo que al final se escribió; de manera que el simple maestro sabio que fue Jesús se convirtió en el “mitológico” Hijo de Dios. En primer lugar, ya manifesté que hay evidencias que demuestran que los evangelios se escribieron mucho antes del año 70 (caída de Jerusalén) d. C. La objeción del hipotético carácter legendario de los evangelios es infundada puesto que los testigos oculares enemigos del Evangelio y de Jesús habrían desmentido las falsedades. Asimismo, justamente lo contrario es escrito por Mateo al revelar que los adversarios de Jesús sobornaron e instigaron a los guardias de la tumba de Jesús a propagar el rumor de que Jesús no había resucitado sino que sus discípulos habían robado el cuerpo. (San Mateo 28: 11-15) Esto es, la leyenda la inventaron los enemigos del cristianismo, no los cristianos.
Los apóstoles en innumerables ocasiones recordaban a los adversarios del cristianismo que ellos eran testigos oculares de la pasión, muerte y resurrección corporal de Jesús y que tales hechos no se habían dado a escondidas del pueblo y de las autoridades religiosas, sino delante de sus propias narices; por tanto, en todo momento les desafiaron a que demostraran si lo que ellos predicaban y enseñaban era una patraña. (Hechos 1: 3; 2: 22, 32; 3: 15; 4: 20; 5: 32; 10: 39; 13: 31; 26: 24-26) ¡Jamás alguien dijo nada en contra de tales hechos!
Notemos esto: Si los enemigos de la cristiandad, que fueron testigos de los hechos que relatarían los evangelios años después no pudieron refutar nada por falta de genuinas pruebas, es ridículo y sospechoso que los enemigos modernos de Jesús y el Evangelio -varios siglos y dos mil años después- aseguren tener pruebas para refutar al cristianismo. ¿Será que los adversarios de la Iglesia primitiva eran ineptos o brutos? Por muy estúpido que sea un ser humano, las pruebas reales son contundentes e independientes de quien las porte. Solo basta que haya interés en hallar y respetar la verdad.
San Pablo escribió que Jesús se había presentado vivo a más de quinientas personas, de las cuales muchos vivían y estaban en plena libertad de ser conducido o presentarse ante cualquier tribunal y desmentir lo que el apóstol de los gentiles aseguraba. (1ra Corintios 15: 6) ¡Nadie se levantó para desdecir al apóstol Pablo!
Pues bien, nadie fue capaz de desmentir ni demostrar que los hechos narrados por los evangelistas eran falaces o una mezcla de mitos y realidad. Ninguno pudo no porque fueran ignorantes ni nada por el estilo, sino debido a que los hechos ocurridos en tiempo y espacio reales en cuanto a la peculiar personalidad del Señor Jesucristo eran y siguen siendo verdades contundentes. Los que ahora dudan y rechazan los hechos registrados en el Nuevo Testamento son los escépticos modernos que no han visto nada ni han investigado con honestidad intelectual los veraces reportes de aquellos periodistas y testigos oculares de la antigüedad. Pero se levantan para escribir y decir estupideces.
El desafío de Julius Müeller (1801-1878) todavía está en pie. En 1844, el teólogo alemán desafió a cualquiera a que encontrara un solo ejemplo de desarrollo legendario temprano en cualquier parte de la historia narrada por los evangelistas; la respuesta de los eruditos de ese tiempo y de la actualidad fue y es un silencio sepulcral. ¿Por qué será? Porque no lo hay.
Más aún, también yo desafío a los críticos a que demuestren que Jesús de Nazaret no resucitó corporalmente de los muertos. Y que, por ende, lo que me sucedió a inicios de 1979 y pasa cada vez que le alabo, adoro e invoco Su Nombre no es real, sino emoción, “simulaciones” o “engaños” del cerebro. Créeme que si alguien lo logra, dejo de ser cristiano y de escribir sobre el Señor Jesucristo y me dedico a otros menesteres, pues ya no valdría la pena seguir hablando y escribiendo de algo que es una colosal mentira, si en verdad Cristo no resucitó y no he nacido de nuevo por acción del Espíritu del Dios creador.
Recordemos que cuestionar no es rebatir. Y los críticos del Evangelio no han podido ni podrán refutar sus hechos sucedidos en espacio y tiempo reales en la persona del Cristo resucitado por muy vehemente que sea el deseo y la fanfarria.
(Nota: Tomado del capítulo 2 de nuestro libro El origen del sufrimiento: cómo trascender el dolor para vivir en plenitud y no fracasar en el intento. Todos los derechos están reservados por leyes internacionales)
Bibliografía
(1) Josh McDowell, Convicciones más que creencias, p. 196. Editorial Mundo Hispano, Bielorrusia, 2003.
(2) Ibíd., p. 198.
(3) Ibíd.., pp. 199, 200.
(4) Ibíd., p. 201.
(5) Plinio Apuleyo Mendoza et al., Manual del perfecto idiota latinoamericano, p. 333. Plaza y Janés Editores, S. A., España, 1998.
(6) Josh McDowell, Nueva evidencia que demanda un veredicto, Mundo Hispano, pp. 24, 25.
(7) Ibíd., pp. 34, 35.

¿Qué dice la crítica radical de la Biblia?

Desde los inicios de la Iglesia cristiana (fundada por el resucitado Cristo histórico a través de su Espíritu Santo y sobre Él mismo como revela claramente la declaración de Jesús en el original griego al reafirmar que Pedro [gr. petros = piedra] estaba en lo cierto al reconocerle como el “Hijo del Dios viviente”, la Roca [gr. petra] eterna de los siglos [Romanos 9: 33; 1ra Corintios 10: 4; 1ra San Pedro 2: 7, 8]), el apóstol san Pablo estaba consciente de que la fe en Cristo y la fiabilidad de las sagradas Escrituras eran cuestionadas por los enemigos de la verdad de Cristo. (Gálatas 1: 6-9; 2da Timoteo 3: 16, 17)

Durante gran parte de su ministerio, san Pablo se ocupó en la defensa del Evangelio que predicaba y de su ministerio. Varias de sus cartas son testimonio de la ardua lucha que ocasionaron esos cuestionamientos. Por su parte, el apóstol san Pedro nos exhorta a “estar siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que les demande razón de la esperanza que hay en ustedes”. (1ra San Pedro 3: 15)

Estando el apóstol san Juan en la isla de Patmos (hoy Patino), al ser desterrado por su fe, recibió de parte del Señor Jesús mensajes de amonestación en cuanto a falsas doctrinas y exhortación a permanecer en la verdad a las siete iglesias que habían sido fundadas por Sus apóstoles. (Apocalipsis 2 y 3)

Aproximadamente en el año ¡318 d. C.! surgió una herejía liderada por Arrio que negaba la divinidad de Cristo. Pero, dijimos, desde la fundación de la Iglesia por Cristo había aquellos que dudaban de la muerte y resurrección de Cristo Jesús y de la infalibilidad de las sagradas Escrituras. (Ya señalé que me llama la atención que los que dudan y cuestionan las verdades bíblicas o dicen tener nuevas revelaciones del Evangelio ni siquiera conocieron a Jesús ni a los apóstoles ni estuvieron en el lugar de los hechos, mas se atreven a poner en duda lo que vieron y oyeron los testigos oculares. Se puede cuestionar y decir lo que uno quiera sin rebasar los límites del respeto, pero pretender saber más que los que conocieron y caminaron con el resucitado Cristo histórico es presunción.)

En siglos más recientes, se han originado especulaciones, teorías y herejías siguiendo los pasos de esas primeras herejías, empero, arropadas ahora con el manto de la intelectualidad y posmodernismo. Sin duda, muchas mentes han sido brillantes. No obstante, por las gafas con que ven el universo como un sistema cerrado ellos mismos se descalifican para ser idóneos de analizar, de manera imparcial, lo que tienen frente a sí. Algunos parten del supuesto de que “no hay Dios”; y, por no existir Dios -aseguran- lo sobrenatural no es real; los milagros son una patraña, porque “un milagro es la violación de las leyes de la naturaleza”, sostenía Hume.

Viole o no las leyes de la naturaleza, a Dios le saben a cacho esas leyes. Él las creó y está sobre ellas, de ahí que los milagros sean sobre-naturales. El hecho de que los milagros trasciendan las leyes de la naturaleza no significa que no ocurran ni ello me da licencia para negarlos. Si niego un milagro sin haber investigado si en realidad ocurrió, y pasando por alto la física de la relatividad de Einstein, no tengo una actitud científica, sino filosófica. En realidad, soy filosófica y científicamente irresponsable. Peor aun, soy un charlatán. (¡Qué tranquilizador es cuando un ateo dice “no creo en divinidades ni en milagros ni en demonios”! Pues ello demuestra su limitado conocimiento. Lo preocupante fuese que dijera: “Sé que no hay Dios...”. Ya que revelaría solo dos posibilidades: el sujeto lo sabe todo o es un necio.)

Otros no son tan majaderos para negar a Dios, pero rechazan que Dios intervenga en la historia de la humanidad o sea un Dios personal (Einstein no negaba a Dios ni creía que Dios jugaba dados con nosotros, mas no creía en el Dios personal de la Biblia. Temo que lo rechazaba porque su vida privada no era muy moral que digamos), y dan por sentado que lo sobrenatural es patraña. Lo que no encaje en sus mentecillas y presuposiciones. Esto no solo perjudica la consecución de verdades religiosas, sino también cualesquiera de las verdades buscadas. A mi juicio, el daño de dichos supuestos es mucho mayor en el plano espiritual porque es allí donde se decide nuestro futuro eterno. Además de que la mayor necesidad del humano es de carácter espiritual. Todas las cosas dejarán de ser, pues “el mundo pasa y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios [revelada en su Palabra la Biblia] permanece para siempre” (1ra San Juan 2: 17)

Kant (quien según su opinión despertó de su “sueño dogmático” por obra del dogmático y escéptico Hume) demostró que es imposible que un crítico no empiece con presuposiciones en cuanto a lo que investiga. Se entiende debido a que todos tenemos un marco de referencia (cultura, educación, símbolos, arquetipos), conflictos, prejuicios. Lo dañino es que esas presuposiciones no cedan ante la abrumadora evidencia de los hechos investigados. Y, no me cansaré de repetirlo, el crítico de la cristiandad y de la Biblia no suele leer, mucho menos investigar con honestidad intelectual; lee y estudia lo que esté de acuerdo a sus creencias y supuestos. Hay quienes no tienen razones (convicciones nacidas de la experiencia o de una genuina investigación), sino opiniones (creencias, ideas preconcebidas) e ideologías.

Basados en ese tipo de presupuestos fanáticos se ha arrojado mucha duda sobre la confiabilidad del Antiguo Testamento, en general, y del Pentateuco, en particular, atribuido a Moisés. No obstante, desde finales del siglo XIX y en el XX, las excavaciones arqueológicas han demostrado sin lugar a dudas la veracidad de muchos eventos históricos registrados en el Antiguo Testamento. Antes de esas excavaciones no se tomaba muy en cuenta la importancia histórica de la Biblia. Mas la arqueología ha confirmado la asombrosa exactitud de un sinnúmero de datos históricos narrados en ella. Y hoy se la respeta y considera no solo como libro sagrado, sino además como un libro histórico y exacto en lo que relata. (Muy a pesar de lo que digan y escriban quienes ignoran esos datos) Por otra parte, las pruebas sobre la autoría mosaica son más que suficientes para asegurar que el legislador Moisés es el autor humano de Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, que conocemos como Pentateuco. (También muy a pesar de lo que creían y aún siguen sosteniendo ciertos sujetos por ahí en cuanto a la autoría mosaica del Pentateuco. La ignorancia, tío, sigue siendo insolente)

Aunque la arqueología no ha refutado todas las creencias de los críticos radicales, sí ha demostrado que “muchos principios de la crítica radical no tienen validez, y ha puesto en tela de juicio lo que ha sido frecuentemente enseñado como ‘los resultados seguros de la alta crítica’”. Obligándolos -como asegura William F. Albright (1891-1971)- a corregir “drásticamente” su crítica radical.

El crítico que arranca de supuestos de que vivimos en un sistema cerrado; y, por ende, lo sobrenatural es imposible, él mismo se pone límites para no acceder a las verdades que debiera conocer, pues para eso investiga. (Es raro el crítico que investiga con honestidad intelectual. Lo más común es el criticastro que solo filosofa y hace afirmaciones o escribe de temas que desconoce, y por ello a menudo lo desmienten públicamente. Insisto, la ignorancia es insolente. Y “superstición” llama el ignorante a su ignorancia) “El hombre esta siempre dispuesto a negar aquello que no comprende”, afirma Luigi Pirandello.

Si no conozco el café o no lo bebo por cuestiones religiosas o porque prefiero el té o el mate, el café no desaparece del planeta ni logra que media humanidad deje de tomarlo. El café seguirá existiendo lo conozca yo o no; lo beba o no lo beba yo. Cuentan que el avestruz ante el peligro mete la cabeza en un hueco, para -según él- evitar el peligro. El peligro es real. Sostener que “nada es lo que parece” no funciona. La suposición de que lo sobrenatural es mito, tampoco desmerita su realidad. Enseñar en aulas secundarias, universitarias y laboratorios que ninguna hipótesis o teoría que conduzca a Dios puede ser científica no elimina al Creador ni impedirá que los milagros sigan ocurriendo y muchas vidas sigan siendo transformadas por el resucitado Cristo histórico.

Hay fenómenos inexplicables en el mundo y no son efecto de ninguna causa natural ni el resultado del principio de la naturaleza de causa y efecto. ¿Dejan ser realidades porque yo no las quiero creer o porque no las entiendo? ¡Ya manifestamos que no! Es mi problema y decisión rechazar los milagros y lo sobrenatural. Grave e irracional es que recurra a las ciencias naturales o a cualquier otra ciencia para justificar mi incredulidad; la enarbole como bandera, pretenda imponer mi escepticismo, agnosticismo o ateísmo y llame ignorantes e intolerantes a los que no creen lo mismo que yo. “Lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo, en vez de aprovecharlo como aviso providencial de nuestra ligereza o ignorancia”, afirma Santiago Ramón y Cajal. (¿Qué clase de intelectual u hombre de ciencia procura acabar con el mal, la intolerancia y fanatismo usando las mismas herramientas de los intolerantes y fanáticos? Así solo reacciona la necedad. El peligro del avispero se elimina con técnica y sabiduría, no lanzándole piedras. Quien arroja piedras corre el riesgo de que las avispas le piquen y se provoque un daño peor que el primero. Salomón en Proverbios 16: 6 escribe que “con misericordia y verdad se corrige el pecado [o el error] [...]”. San Pablo afirma: “[...] Eres inexcusable, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas al otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas practicas lo mismo”. [Romanos 2: 1])

Permíteme ponerme de ejemplo: hay fenómenos sobrenaturales -algunos los llaman “manifestaciones divinas”- que ocurren en el mundo natural, y según la Biblia no provienen de Dios, sino del enemigo de nuestras almas con el fin de confundir y apartar de la verdad el oído de muchos para que no les resplandezca el Evangelio de Cristo en sus corazones. No niego dichas manifestaciones; niego que procedan de Dios, que es diferente. Pero no creer que vengan de la mano de mi Dios no me da paso expedito para negarlos o decir que no pueden ocurrir o que el diablo no existe porque “vivimos en un sistema cerrado”. Si la Biblia habla de ello, lo creo. Le pongo toda mi fe y confianza, porque después de tantos años de leer, estudiar y experimentar esa Semilla en mi vida he visto sus buenos frutos.

El mundo moderno del siglo XXI tiende a seguir el paradigma trazado por el filósofo judeo-argelino-francés Jacques Derrida (1930-2004) et al llamado deconstruccionismo o posmodernismo, que hace hincapié en la relatividad de todo significado y verdad, y niega los primeros principios comúnmente aceptados de la existencia del ser humano, como sería “yo existo”.

Antes, el eslogan era: “Creo, luego existo”. Después vino Descartes con su “Pienso, luego existo”, dando lugar preeminente a la razón filosófica sobre la fe cristiana. Hoy, más que nunca, es: “Siento, luego existo”, puesto que la fe y el pensamiento bien dirigidos han sido remplazados por el sensualismo de las ciencias naturales y el hedonismo defendido por los cirenaicos (antiguos y modernos epicúreos), los materialistas del siglo XVIII, en especial los materialistas franceses, y el utilitarista inglés Jeremy Bentham (1748-1832).

El posmodernismo rechaza la idea de que las creencias puedan ser el reflejo adecuado de la realidad; creyendo acabar con dogmatismos y fundamentalismos, se polariza al adherirse al polo opuesto de lo que quiere superar. Esto es, echa mano de dogmas y fundamentalismo para pretender trascender dogmas y fundamentalismos. Atenta y se derrota sí mismo. (Esto es similar a la posición de quienes con intolerancia embalada en cientificismo y racionalismo aspiran “acabar” la intolerancia religiosa. Ignoran que la gasolina no extingue fuegos. No hablo de no disentir, sino de no caer en los extremos del fanático)

Tal autosabotaje, relativismo y pesimismo resultan en la negación de su propia credibilidad y falta de seriedad; en el rechazo de verdades absolutas, de la moral cristiana, valores, principios, ética; pues lo que es cierto para ti, es falso para mí, y lo real para mí es irreal para ti. Tratan de reconstruir un mundo sin Dios y sin un código moral como la Biblia. (Estos señores gustan leer Eclesiastés y Los hermanos Karamazov, donde se presenta la cultura vana y sin Dios. No obstante, Dostoievsky lo dice en estos términos: “¿Pero qué será de los hombres entonces? ¿[...] Sin Dios y la vida inmortal? ¿Todo es lícito? ¿Entonces ellos pueden hacer lo que quieran? ¿No lo sabías?”. Salomón concluye el libro de esta manera: “Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre”. Hasta un tipo como Bertrand Russell admitió que las ciencias naturales nos han presentado un mundo “sin propósito” y “vacío de significado”. Los ateos inconsecuentes -vemos en Trueno, el ateo que dice no creer en Dios- se refugian en derechos humanos, ética, moral y un “sentido espiritual”; los ateos puros -los consecuentes con el ateísmo-, pierden el juicio.)

Pues bien, una cabeza llena de prejuicios y orgullos es difícil de penetrar por la verdad. Da pena que muchos críticos rechacen lo sobrenatural y la fiabilidad de las sagradas Escrituras no por falta de evidencias históricas y millones de casos empíricos (conversiones), sino basados en su teoría filosófica. Esto es, su rechazo no se fundamenta en lo científico, sino en una especulación filosófica; en sus emociones. Pues los prejuicios son guiados por las emociones. Puede afirmarse que en ellos lo emocional, parte del alma (gr. psuque), somete a la conciencia (gr. suneidesis), que es parte del espíritu (gr. pneuma). Estos señores deben renunciar a sus sueños narcisistas de omnisapiencia y omnipotencia a fin de que puedan ver las cosas tal como son. Dios quería evitar que la cabeza (intelecto, ego, partes del alma) de Adán y de su mujer creciera más que su espíritu.

Me preocupa, además, que a las hipótesis, especulaciones, ideologías, teorías, creencias, tradiciones y presuposiciones se les erija nichos y se las adore como verdades escritas en mármol, enmarcadas de diamantes y demás piedras preciosas. (La única verdad inmutable e imperecedera está contenida en los 66 libros canónicos de la sagrada Biblia y está no pocas veces supeditada a interpretaciones del imperfecto y muchas veces parcializado ser humano) Hasta Darwin se sorprendió al ver cómo sus especulaciones y dudas de joven fueron tomadas a pie juntillas hasta convertirlas en religión. En un fetiche. Seamos creyentes de nuestras verdades, no fanáticos. La autora de mis días dice que “la razón no quita [o no debe quitar] el entendimiento”. La razón que tengo para sostener mi verdad no debe enceguecerme ante otra verdad, aun cuando la primera no cuadre con la segunda. ¡Cuánto cuesta deponer orgullos, paradigmas y tradiciones religiosas!

Los fariseos del tiempo de Jesús tenían serios problemas con su doctrina. Colocaban sus tradiciones y presuposiciones por encima de la infalible Palabra de Dios. Esto es, sus pensamientos falibles y perecederos sobre la inmarcesible y eterna Palabra del Dios viviente. Si Jesús habló duro alguna vez a las gentes, lo hizo a los fariseos por su fanatismo, hipocresía y endurecido corazón. Es lamentable afirmarlo, pero las actitudes de los fariseos siguen vivas en los corazones de hombres y mujeres que ponen prejuicios, especulaciones, teorías, creencias, doctrinas, dogmas, religiones, tradiciones, denominación e iglesia por arriba de las evidencias indubitables de la Biblia, la Palabra de Dios. Bien podría decirse que sitúan lo secular o mundano sobre lo espiritual. Lo natural por encima de lo sobrenatural. A Dios por debajo de sus creencias y filosofías.