viernes, 14 de noviembre de 2008

Biblia: ¿Palabra de Dios o un libro más? (II)

Para mí, toda teoría, ideología, filosofía, teología, creencia, tradición o religión debe pasar por el sagrado filtro de la Biblia bien interpretada. Por tanto, desecho cualquier idea contraria al espíritu del Libro de Dios. Si las sagradas Escrituras (a algunos con criterios cargados y que no han investigado sobre la inspiración o no de la Biblia ni han tenido un encuentro con el resucitado Cristo histórico no les gusta la frase sagradas Escrituras) no dicen nada al respecto, lo haré parte de mí siempre y cuando no me perjudique. “Examínenlo todo; retengan lo bueno”, escribe san Pablo. (1ra Tesalonicenses 5: 21) Hace un tiempo había un comercial que aseguraba que si tal empresa o negocio no estaba en las páginas tales de la guía telefónica, simplemente no existía. Yo diría: “Si tal o cual verdad no tiene verdadero fundamento bíblico, debo escrutarla a ver si es provechosa para mi crecimiento y madurez como ser humano; de lo contrario, no existe”. No dudo que haya quien crea que esta es una forma estrecha de ver la vida. Si es estrecha, entonces Dios también tiene mentalidad estrecha, pues fue Él quien mandó a escribir la Biblia, el que la inspiró. No olvidemos que la frase “inspirado por Dios” (gr. theopneustos) significa recibir la “respiración de Dios”. De manera que la culpa no es del discípulo, sino del Maestro, porque en cuestiones espirituales yo solo me guío por lo que Él dejó escrito y redunda en mi desarrollo integral como cristiano y ser humano sin perjudicarme. “Toda [esta] Escritura es inspirada por Dios [Literal: “dada por el aliento de Dios”], y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre [mujer y niño] de Dios sea enteramente apto, bien pertrechado para toda buena obra”. (2da Timoteo 3: 16, 17)
Asimismo, la Biblia -no ninguna ciencia inventada por el ser humano- es la suprema autoridad para informarnos sobre el origen del universo, la vida, la familia y los valores y principios que deben regir nuestra vida. Si Dios no existiera ni hubiese inspirado a escribir un libro llamado Biblia, otro gallo cantaría. Pero Dios existe (aunque los ateos inconsecuentes lo nieguen), es personal y hay un Manual de instrucciones para nosotros; y lo necesario para mi beneficio espiritual se halla en la santa Biblia. En esto seré dogmático y fundamentalista porque la verdad absoluta lo es. ¿Te has dado cuenta cuán dogmáticas y fundamentalistas son las leyes científicas y de la naturaleza? ¿O cuán dogmáticas y fundamentalistas son las ciencias exactas? Observa lo dogmáticos y fundamentalistas que son los cajeros en los bancos, supermercados y otros lugares. Fíjate lo dogmáticos y fundamentalistas que son los bancos con las cuentas que hay depositadas en ellos. Más les vale ser dogmáticos y fundamentalistas; si no lo fueran, quebrarían. Seré dogmático y fundamentalista pero con mentalidad abierta a examinar cualquier otro pensamiento o creencia a ver si es provechosa para mi crecimiento como ser humano, siempre y cuando no entre en pugna con las enseñanzas bíblicas.
Ahora bien, cierto es que el carácter de inspirado (gr. theopneustos) del Libro de Dios para el humano no lo puede demostrar ni la arqueología ni la ciencia convencional. Porque, señalamos, el método científico de tal ciencia no es funcional para comprobar la veracidad de eventos que no pueden repetirse ante quien los ponga en duda. Para ello nos remitimos a la prueba histórica legal, que se fundamenta en demostrar que algo es un hecho real que está fuera de toda duda razonable. De manera que es la prueba histórica legal la que nos proporciona las evidencias históricas suficientes a fin de que comprobemos si la Biblia es la inspirada (theopneustos) Palabra de Dios o no.
Por mi experiencia de vida, sé que el mejor método para comprobar la inspiración de la Biblia es el método personal, mi vivencia con el Libro de Dios y con su Autor. Es subjetivo, pero revelador y convincente. Nadie te lo robará. Nadie, excepto el Espíritu Santo, te lo revelará. (Solo recordemos que la revelación recibida de parte de Dios debe estar acorde con su Palabra y la correcta interpretación de otros creyentes en Cristo, pues ninguna “profecía [o texto] es de interpretación privada”. -2da San Pedro 1: 20)
Si leo y estudio la Biblia sin orgullos ni ideas preconcebidas, y con humildad y seriedad, en el momento menos pensado el entendimiento y los ojos espirituales abiertos serán. Temo que muchos lo único que conocen de la Biblia son los Salmos 23 y 91. No es malo conocerlos y leerlos. Lo pobre es que solo lea eso cuando la Biblia tiene tanto por enseñarme. Me da la impresión de que mucha gente considera que la Biblia es un libro misterioso e incomprensible. (Quizá por ello ni la conocen, y cuando aparecen falsos evangelios y obras y películas que presumen “revelar” al “verdadero” Jesús quedan dudando del genuino Evangelio contenido en el Nuevo Testamento)
La Biblia no es ninguna de las dos cosas. El Papa Benedicto XV (de quien tomó el nombre Josef Ratzinger) asegura: “Jamás cesaremos [los líderes católicos] de exhortar a todos los cristianos [católicos] a que hagan su lectura cotidiana de la Biblia, principalmente en los santísimos evangelios de Nuestro Señor, así como en Los Hechos de los Apóstoles y las Epístolas, esforzándose en hacerlos savia de su espíritu y sangre de sus venas”. ¡Excelente consejo! Ojalá todos los que confesamos el nombre de Jesús sigamos el sabio consejo de Benedicto XV.
Jesús dice: “el que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta”. (San Juan 7: 17) ¿Cómo puedo saber si lo malo que oigo de Colombia y su gente es cierto o falso? Disiparé la duda al ir a ese país y convivir con su gente. Igual puede decirse de una persona a la cual no conocemos. Somos muy propensos a prejuzgar y condenar a las personas por lo que otro o los medios en afán de sensacionalismo publican, mas luego de viajar y tratar a los nacionales colombianos a fondo nos damos cuenta de que nos dejamos envenenar el juicio. Los samaritanos después de que trataron a Jesús se dieron cuenta por sí mismos de que Jesús era el Mesías, y le dijeron a la mujer samaritana “ya no creemos por lo que tú has hablado, porque nosotros mismos hemos oído y sabemos que verdaderamente este [Jesús] es el Salvador del mundo, el Cristo”. (San Juan 4: 42) Ojalá respondiéramos todos como lo hicieron los samaritanos.
En mi opinión, lo más convincente en cuanto a la inspiración de la Biblia es el fenomenal impacto que ha tenido (y tiene) en la vida de millones y millones de personas y naciones que han bebido de su rico e inagotable manantial a través de la historia de la humanidad. Millones de personas de muchísimos países, razas, sexo, idiomas, ideologías y credos pueden testificar que la Biblia ha suscitado una revolución espiritual en sus vidas. ¿Qué explicación razonable hay para el hecho de que un ser sumido en lo más profundo del alcohol o cualquier otra droga lo aborrezca y su vida sea transformada en cuestión de segundos como resultado de una pequeña oración a Dios en el nombre de Jesús? ¿Cómo explicar el odio del apologista Josh D. McDowell por su padre abusivo y alcohólico haya sido transmutado por amor y misericordia? ¿Cómo entender que un matrimonio con hijos en bancarrota total se salve por el “simple” hecho de que marido y mujer den sus vidas a Jesús? ¿Qué mueve a un niño, cuyos padres programaron y “empujaron” a las pandillas y a ser un despiadado delincuente, por no prodigarle amor, a convertirse en un sujeto que no es ni sombra del pasado y a ser predicador de jóvenes pandilleros? La filosofía, las ciencias naturales, la sociología, la sicología ni la siquiatría tienen respuestas serias sin entrar en contradicciones. Con tal de rechazar serias y fehacientes evidencias, el fanático racionalista y el cientificista son capaces de esgrimir los argumentos más pueriles y absurdos.
Ahora bien, ¿crees tú que si la conversión a Jesús fuera únicamente simple emoción del alma -como sucede en otras religiones-, histeria colectiva o simulaciones y trucos del cerebro se repitiera en tantos millones de seres de distintas razas, posiciones sociales, épocas y lenguas? ¿O que tal hecho en lugar de decrecer aumentara, afectando de tal manera a la persona que le transforma la vida? En las ciencias naturales creen que un hecho repetido tantas veces, luego de cumplidos ciertos requisitos, es susceptible a ser declarado ley. Eso es la conversión a Jesús o nuevo nacimiento: una ley; un hecho probado, no una religión más surgida con el propósito de alienar el pensamiento y la voluntad humanos.
Debo aclarar algo que suele confundirse en la Iglesia del Señor: en verdad, el Evangelio no cambia ni salva a nadie... Si así fuera, los miles de escépticos, agnósticos y ateos que han leído y leen el Nuevo Testamento y la Biblia entera se hubieran salvado. Quien salva, sana y cambia al ser humano es el Señor Cristo Jesús cuando el lector y buscador de la verdad espiritual se acerca a Jesús con corazón contrito y humillado. (Romanos 10: 9, 10) Más, el Evangelio sin el Espíritu Santo que creó el universo y resucitó al Señor Jesús de los muertos sería simple religión; un conjunto de normas y preceptos religiosos. Pero el Espíritu del Creador del universo y la vida lo vivifica y hace real a nuestra vida para llevarnos a Jesús, quien cambia, cura y salva. No olvidemos que la piedra angular del cristianismo del Evangelio es la resurrección del Señor Jesús; sin ella, el Evangelio es simple y sencilla religión. Sin el Espíritu Santo que levantó a Jesús de entre los muertos el Evangelio es letra muerta.
(Nota: Tomado del capítulo 2 de nuestra obra El origen del sufrimiento: cómo trascender el dolor para vivir en plenitud y no fracasar en el intento. Todos los derechos están protegidos por leyes internacionales)

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