viernes, 14 de noviembre de 2008

El intrincado punto medio de la razón

Por factores sicológicos y oscuros intereses el ser humano promedio tiende ser extremista o polarizarse. Propenso a fijaciones con los extremos. Ello se da sin darse cuenta porque está condicionado a reaccionar de una manera o de otra frente a un estímulo endógeno o exógeno. El condicionamiento puede ser interno o externo; en todo caso, la programación induce a reaccionar no como amerita la ocasión o como la conciencia superior (espíritu para los cristianos; Adulto emancipado, según los bernianos o transaccionalistas) indica, sino conforme al lineamiento trazado del reflejo (respuesta; reacción) predispuesto.
Casi sin importar el tema o la situación dada, la persona está predispuesta a extremarse. Unas circunstancias más que otras se prestan para ello. Mas, en general, la parcialidad y subjetividad bordean e invaden todos los ámbitos profesionales; solo que quien escribe o enseña publica su emancipación o esclavitud de los condicionamientos, que se traducen en prejuicios. No es menester ir lejos para darnos cuenta de que una fuerza real y descomunal impele a algunos a parcializarse y ser “expertos” en cuestiones que apenas conocen o solo han leído someramente. Para descubrir una posible programación en uno es imprescindible autoconocimiento y humildad para ver, reconocer y aceptar un juicio anticipado. Un hablar o escribir con ideas preconcebidas. Una revoltura de emociones y sentimientos que impide ver la totalidad de las cosas en lugar de ver solo un seña. Un árbol en vez del bosque.
A diario notamos cómo medios, periodistas, comunicadores y otros profesionales de la pluma o el verbo o simples lectores se parcializan al opinar sobre cualesquiera de los temas en boga. Sabido es que casi la totalidad de prejuicios que arrastramos nos fueron transmitidos por nuestros padres o surgieron de la relación con ellos. Otras creencias preconcebidas se originaron o han sido reforzadas en la transacción que tenemos a diario con el prójimo o autores que leemos (dime en cuáles lecturas te deleitas y te diré cómo piensas y actúas). Mas ello en lo absoluto nos exime de responsabilizarnos hoy de actitudes y creencias filosóficas añejas y monotemáticas, y de argumentos en círculo. Embalado todo en resentimientos de vieja data. No caigamos en la trampa freudiana de que “mamá es culpable” para no avanzar y continuar con los mismos paradigmas y argumentos arcaicos y frutos de vida que persisten en sabores agridulces.
Por otro lado, en el afán de romper con fanatismos o injusticias muchos se polarizan y adhieren al extremo contrario. Intentando superar errores, cometen otro peor al pretender corregirlos con otro error. “Errores no corrigen otros”, dice la canción. La Historia registra movimientos políticos y corrientes moralistas, filosóficas, cientificistas y religiosas forjados al calor de la confrontación con el objeto de corregir un desmán; pero, al polarizarse, han ocasionado más daño que el yerro original.
Con sano sentido común (hay un sentido común enfermo y por tanto disfuncional), sin prejuicios y libre de apasionamiento puedes captar que la búsqueda del aristotélico “justo medio” resulta infructuosa en gentes resentidas, parcializadas, prejuiciosas y polarizadas contra valores y principios religiosos universales, objetivos y funcionales. Para ellos no existen puntos medios ni hay cabida para el equilibrio en temas religiosos, pues la religión es “raíz de todo mal”, incurriendo en el mismo fundamentalismo y dogmatismo de quienes censuran.
Como señalo en Guerras y atrocidades en nombre de Dios, es innegable que muchos errores y horrores se cometieron desde casi los inicios de la Iglesia primitiva, pero ello no expide licencia para parcializarnos, enceguecernos y desenvainar la espada de medias verdades y blandirla con rancios resentimientos generalizadores como que la religión es la génesis de los males sociales, que la Biblia está obsoleta y la fe en Cristo es dañina porque “los cristianos son farsantes e inmorales pues dicen y no hacen”. Quien generaliza se equivoca. El que hace el chocolate y lo bebe es quien de veras sabe si vale la pena consumirlo. Los que miran de lejos y no se involucran jamás podrán saber con propiedad lo que presumen conocer. Me refiero a aquellos que critican a las iglesias cristianas, pero jamás han pisado una o si lo hicieron nunca se comprometieron con ella. Mucho menos tuvieron un encuentro con el resucitado Cristo histórico.
Sabido es que generalizar es equivocarse, pero muchos lo hacen y meten supercherías y fe bíblica en el mismo saco. Los sofismas pasan por alto elementos tan sencillos como estos. Verdad es que hay gente fanática religiosa y otros que se enriquecen ilícitamente utilizando la fe, y que el fundamentalismo desequilibrado es perversidad (en otra ocasión veremos que toda verdad para ser verdad debe ser dogmática y fundamentalista sin ser irracional), mas adultera los hechos quien manifiesta que el que no es fanático es vividor, que la Biblia está rezagada porque fue escrita hace tres mil años, y que la religión es “raíz de todo mal”.
Antes y después de Bertrand Russell y otros enemigos del cristianismo bíblico, es raro el escéptico, agnóstico o ateo que haya leído y estudiado la Biblia con seriedad y sin supuestos y resentimientos; sin embargo, no cuenta hasta diez para afirmar y escribir tontadas sobre la Biblia y el Evangelio, tal como lo hiciera el filósofo inglés. Muy pocos son los que tienen la honestidad intelectual suficiente para reconocer que el campo teológico y la historia antigua bíblica no son sus fuertes y por tanto se abstienen de opinar. Los enemigos del Evangelio y de Dios creen que Dios es el producto de un conflicto neurótico de los pueblos. Mi incapacidad craneal para entender a Dios no invalida su realidad. Si el Creador tuviese principio y fin no fuese Dios, sino un ídolo. Uno más en la larga lista de dioses míticos. Dios no solo existe sin la experiencia humana, sino que incluso existe confirmado por la experiencia humana.
Algunos toman algunas cuatro medias verdades para escribir en círculo sobre un Jesús y un cristianismo que a penas conocen de oídas, o por los paradigmas transmitidos por un “admirable” y “respetable” personaje de ayer o de hoy. Y su resentimiento, sinrazón y soberbia les impiden ver la verdad de lo que niegan o rechazan a priori. Jamás el resentimiento y la amargura han sido buenos consejeros. Es prácticamente imposible ser objetivo e imparcial donde están involucrados intereses y emociones. De ahí que se sugiera contar hasta diez antes de reaccionar.
En mis tiempos de escudriñamiento y análisis de cualesquiera de los filósofos y científicos naturalistas del pasado y del presente, no he hallado una sola opinión seria basada en evidencias genuinamente científicas que refuten y demuestren sin lugar a dudas que la Biblia esté equivocada o que sus preceptos sean inoperantes hoy. Los pareceres hallados han estado fundados en resentimientos, cientificismo, fanatismo racionalista, prejuicios antirreligiosos y presuposiciones filosóficas; ecos no pocas veces de seres de vidas atormentadas, amargadas, vacías y disolutas. Muéstrame un escéptico, agnóstico o ateo de ayer o de hoy que haya demostrado con evidencias irrefutables que la Biblia y la fe en el Cristo resucitado no tienen validez en el siglo XXI, y yo dejaré de escribir y de hablar del Dios interesado en ti y del Jesucristo histórico que transforma al ser humano en este nuevo milenio. ¡No hay ni uno solo!
Aldous L. Huxley, ateo aclamado como un gran intelectual, admitió sus prejuicios cuando dijo: “Yo tenía motivos para no desear que el mundo tuviera un significado; en consecuencia, supuse que no lo tenía, y pude hallar sin dificultad razones satisfactorias para esta suposición. El filósofo que no halla significado en el mundo no está preocupado simplemente por un problema de la metafísica pura [para el incrédulo autoproclamado sabio, solo eso es el Evangelio], sino que es también su preocupación probar que no existe razón valedera por la cual él no debiera hacer como desea hacer, o por la cual sus amigos no debieran apoderarse del poder político y gobernar de la manera que a ellos les parece más ventajoso [...] En lo que a mí concierne, la filosofía de la falta de significado fue esencialmente un instrumento de liberación sexual y política”. (El fin y los medios, 1937) (Las negritas son añadidas)
Como el autor de Un mundo feliz (1932), muchos no tienen dudas honestas en cuanto a Jesús y la Biblia, sino que utilizan sus presuposiciones y prejuicios antirreligiosos como excusa para su liberal manera de vivir, que es el camino ancho y espacioso del que habla Jesús.
Esperar que un resentido acepte estar resentido es esperar un milagro. Creo en los milagros. Pero que un resentido y amargado acepte estar resentido o prejuiciado contra Dios y la Biblia es esperar demasiado, pues su ego está tan inflado que los reales y serios argumentos bíblicos son un agravio a su inteligencia; dado que, según él, en “las sociedades civilizadas [entiéndase Estados Unidos, Canadá, Europa] han superado, desde hace muchas décadas, este tipo de burlas al intelecto y libre pensamiento”. Otros ponen su escepticismo tan elevado que ninguna prueba -por fehaciente que sea- llena sus expectativas “racionales” y “científicas”. Esto es, sus estándares de prueba son tan elevados (solo en cuestiones religiosas, claro está) que ninguna evidencia es suficiente. No creen por falta de pruebas, sino que no creen a pesar de las pruebas.
El resentido y prejuicioso intentará por todos los medios manipular emociones haciéndose la víctima de argumentos sesudos y respetuosos; contraatacando con ofensas e insultos o dándole la espalda al que no piensa igual que él. Confunde las ideas, opiniones o creencias con las personas.
¿Has notado cuán impregnado de odio, relativismo y pesimismo está el pensamiento de muchos filósofos y ”científicos” del pasado y del presente? ¿Por qué crees que ocurre? Detrás de muchas filosofías y teorías “científicas” suele haber un ser con insondables vacíos existenciales, intensos miedos y un profundo sinsentido que toca ocultar a como de lugar a fin de vender la idea de erudición, autonomía y seguridad y de que todo en su interior está bien; “libre de conflictos o traumas”. En realidad, casi siempre hay es un Niño interior muerto de miedo; miedo que revierte en rabia contra sí mismo, sus progenitores, la vida y contra Dios. “Dios está muerto”, creía Nietzsche. En pocas palabras, no se ama a sí mismo ni ama a nadie.
Para entender a fondo el pensamiento de estos filósofos y sabiondos toca echar un vistazo a sus primeros años de vida y adultez. Solo así podremos aprehender la razón de su posición filosófica y seudocientífica, antes no. Desprenderle de su ambiente infantil y adolescencia y de su contemporaneidad es desvirtuar la potencialidad de su cosmovisión. Si deseas comprender la arremetida de Freud contra los que llamó tabúes sexuales y el desarrollo de su teoría de la voluntad del placer, debemos trasladarnos al contexto histórico en que vivió el padre del mítico sicoanálisis. Si lo obviamos, escapará de nosotros el quid de su pensamiento sicológico estudiado.
“Yo soy yo y mis circunstancias”, expresó Ortega y Gasset. Esto es, el hombre - contrario a lo que creían Freud y Watson- es mucho más que su pasado y ambiente. Solo yo decido ser quien soy, escribió Robert Schuller. Por consiguiente, solo tú eres el resultado de ti mismo, señaló Neruda.

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